CAPÍTULO 1

164 13 7
                                    

Bajé del avión tras la señora que tanto había estado molestando durante el viaje con sus conversaciones prehistóricas, una pena, ya que no era tan mayor, unos cincuenta y pocos años tendría.

Dejé atrás a los demás pasajeros, ya que el calor de verano era insoportable de aguantar a las cuatro de la tarde. Caminé lo más rápido que pude hasta entrar en el interior del Aeropuerto Internacional Leonardo da Vinci, se encuentra en el municipio Italiano de Fiumicino.

Pasé los controles necesarios hasta conseguir mis maletas de la cinta, caminé varios metros hasta llegar a la puerta donde Claudia me esperaba, ya que si había venido hasta aquí no era para otra cosa que fuera porque me invitó a pasar el verano en su país.

-¡Mary, Mary!-Exclama una voz conocida desde el otro lado de la valla.

Miré en dirección a aquella vocecita y la vi allí esperando con una sonrisa agitando sus manos de izquierda a derecha entusiasmadamente. En muy poco tiempo ya estábamos abrazadas en mitad del aeropuerto, obstaculizábamos el paso de algunos pasajeros que salían, pero me importaba poco, después de cuatro años sin vernos no iba a quedarme pasmada delante de ella sin saludarla como merecía después de todo.

-Cómo has cambiado Clau.-Digo tras separarme del abrazo.-Estás guapísima.

-¿Y tú te quedas atrás?-Pregunta con un tono divertido.-Estás tan cambiada... Cuando te conocí solo podía ver una niña, y ahora eres toda una mujer.

-Nos conocimos con diecisiete, ¿no?-Recuerdo a duras penas.-Ahora ya tenemos veintiuno, tú también eres ahora toda una mujer.

-Como sigamos así me pondré a llorar.-Avisa Claudia con un brillo especial en los ojos.

-Está bien, está bien.-Acepto y la abrazo.-Ahora vámonos de aquí, tengo demasiado calor, y desde que me dijiste que tenías piscina en casa, estoy deseando darme un chapuzón.

-Pues mi familia está loca de contenta de conocerte por fin.-Dice ayudándome con la tercera maleta que traía.

Caminamos hasta la salida, después fuimos hasta el aparcamiento donde ella tenía el coche. Era un coche bastante bueno, me pude imaginar como lo había conseguido, ya que las tarjetas de crédito nos las quedamos como "ayuda para la rehabilitación a la sociedad"

Montamos en el coche, del bolso saqué el paquete de tabaco, la ofrecí por si fumaba, ella aceptó cogiendo, yo cogí otro y me lo puse entre los labios, busqué desesperadamente por el bolso el mechero, hasta que caí en el recuerdo que me lo había dejado en casa.

-Joder, no me puedo creer que no haya traído el mechero.-Digo algo mosqueada.

-En la guantera tiene que haber un mechero, siempre lo llevo de repuesto.-Explica mientras arrana el coche.

Abrí la guantera como me había dicho y rebusco un poco entre lo que había. Tenía antidepresivos y otros medicamentos. Saqué el mechero y se lo entregué para que se encendiese su cigarrillo mientras yo sacaba un bote lleno de pastillas.

-Hay cosas que no se olvidan si no es a base de drogarme legalmente.-Dice mirando lo que hacía con ello.-Son las pastillas también de repuesto para cuando me dan los ataques de pánico.

-Te han dejado bastante jodida, ¿verdad?-Digo con rabia apretando aquel bote contra la palma de mi mano.

-Tan jodida que ni aunque pasen diez años más podré sacar cada segundo de mi mente.-Coge el bote que estaba sosteniendo.-Sobre todo las noches...-Suelta un pequeño bufido con una sonrisa amarga.-La noche me duele más que ningún otro momento del día.

Guardó de nuevo las pastillas en la guantera y la cerró, después me pasó el mechero con la frase "quédatelo, tengo más en casa." Me encendí mi cigarro en silencio y lo guardé en el bolso. En silencio Claudia se puso a conducir hacia Roma, su ciudad de nacimiento. Apenas hablamos en los primeros quince minutos de viaje, en los cuales yo me fumé dos cigarros casi seguidos.

Prisión Mental [Ethan Torchio]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora