La dama de hielo

CAPÍTULO 1

La estructura gélida e imponente surgía ante mis ojos, no me podía creer que hubiese llegado tan lejos, menos cargando en brazos con mi hermano, Vit, que apenas tenía cinco años pero no tenía ni un mísero lugar en este mundo donde dejarlo, el último lugar donde lo quisiera haber dejado sería en mi pueblo que ahora se reducía a un montón de cenizas, cuerpos chamuscados y recuerdos de lo que en algún momento fue felicidad. Se que no es algo sensato traer a tu hermano pequeño al reino enemigo y menos para asesinar a la reina de este, pero no había otra opción.

Si tenía suerte lograría derrocar la tiranía que esa vil mujer nos imponía, pero tendría que tener toda la suerte del mundo para siquiera asesinarla y más suerte todavía lograr salir vivo de ahí.

Después de la primera impresión empecé mi caminata hacia la puerta extrañado de que no hubiese nadie, ni un solo guardia a la vista, extraño es lo único que podía decir de eso.

El frío gélido se metía en mi piel poniéndome la piel de gallina, las pocas ropas que llevaba eran más de otoño que de invierno y se notaba, nunca había sentido tanto frío ni siquiera en las temporadas de cosechas en invierno.

—¿Quiénes sois? No sois de aquí ¿verdad? Tenéis pinta del reino de la naturaleza, seguro que no me equivoco —su voz sonaba eufórica e incayable con una energía típica de un niño hiperactivo— ¿Qué habéis venido ha hacer?

La chica había surgido de alguna parte, ni siquiera la había visto nada más entrar pero ahí estaba ella, entre la completa soledad del sitio que sólo rompimos ella, mi hermano y yo. Alterando toda la tranquilidad y silencio con su frenético parlancheo que parecía no acabar nunca a pesar de que sólo le estaba hablando a unos desconocidos.

—Somos de...

Mi hermano parecía dispuesto ha contestar toda sus preguntas y acallar sus dudas, si no fuera porque cubrí su boca con mi mano probablemente lo hubiese contando todo, afortunadamente no sabía nada de lo que yo pretendía hacer ahí y al menos me dio el suficiente tiempo como para callarlo y que no dijese nada que nos pudiese meter en algún lío, lo cual era realmente muy fácil, no se podía entrar a un reino sin permiso y algo que no es necesario decir es que dos niños del reino vecino con ropas raidas no tenían el permiso necesario.

Ignore a la chica pecosa y pelirroja, había algo extraño en ella que me hacía querer evitarla quizás era su apariencia, se notaba que era un híbrido, tenía carácteristicas del reino del de hielo como son la piel blanca como la nieve o los ojos azules intensos como el mar que ella poseía pero a su vez también tenía características del reino de fuego como eran sus pecas que cubrían casi todo su cuerpo o su pelo rizado y pelirrojo.

Simplemente la deje ahí parada mientras me iba en paso ligero, ella por su parte aún estando ahí de pie a unos buenos cuantos metros nos paro en seco con un gran muro de hielo, realmente para haber sido creado desde tan lejos era enorme, más de lo que se cabría esperar de un habitante del reino de hielo “común” como esa chica se supone que debía ser, es decir, se supone que un habitante del reino necesitaba estar al menos a unos centímetros de lo que se quería congelar pero ella había hecho un gran muro en una distancia de quizás cinco o seis metros.

Intente ignorar el hecho de que estaba creando muros de hielo por cada paso que daba pero en algún punto nos encerró en un una especie de habitación de hielo con un pequeño hueco por donde la podíamos ver a ella, mi hermano lloraba angustiado, casi estaba por unirmele, la situación era aplastante comprimiendo mis pulmones hasta casi no dejarme respirar. Nos habían atrapado. Estábamos muertos. Y todo por mí culpa.

—Pretendes salir de aquí sin que te atrapen, es muy ingenuo por tu parte —sus voz era sería y fuerte, al contrario de como fue en sus preguntas— si quieres salir de aquí creo que me vas a necesitar.