CAPÍTULO 11

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Me encontraba solo, completamente solo, vagando por las calles como si fuese un vagabundo, completamente golpeado y herido, no importaba el dolor, tenía que seguir buscando a mi hermano y la pelirroja. No los iba a dejar con sus secuestradores.

La única pista que tenía era un anillo con una hermosa amapola tallada, la única forma de encontrarlos.

Aún todavía me pregunto como llegué a esta situación, aún si había tenido un gran instinto hubiese deseado que no pasara.

Llevaba tres días buscandoles, después de salvar a la gente del campo de concentración estuvimos al menos tres días tranquilos, incluso por un segundo echaba de menos la adrenalina de las luchas contra seres fantásticos, correr con todas tus fuerzas para evitar ser atrapado o incluso pelear con mis propios puños.

Luego en el cuarto día, me levante con un escalofrío y una sensación de que algo malo iba a pasar, la pelirroja me trato como un loco pero ahora no hay duda innegable de que tenía razón, aunque eso ahora no importe.

Evitamos las calles principales como siempre, ir por el centro siendo tan concluido por todos y más en una ciudad ya habíamos comprobado que no era una buena decisión, al menos si no quieres acabar en una jaula.

Como todas las ciudades esta también tiene sus barrios de marginados, agrupados en las afueras, llenas de gente que tiene que mal vivir ahí porque no tienen otra opción y para ellos es lo mejor del mundo porque es lo que tienen.

Pasamos por esos barrios, aunque suene prejuicioso tenía miedo de pasar por ahí, tenía un mal presentimiento y no quería ver si se cumplía.

Lira seguía burlándose de mi, llevaba a Vit en brazos tal y como se había acostumbrado a hacer hasta el punto que era raro que no lo hiciera.

Me parecía raro que no hubiese siquiera un niño jugando en la calle o ancianos sentados es las puertas de la casa tomando el fresco de la tarde, todo lo entendí cuando vi a la agrupación de al menos veinte o treinta personas.

Era una pandilla y se acercaba rápidamente a nosotros, Lira no se había percatado, se habían escondido bastante bien, aunque no lo suficientemente bien como para que sus vecinos no se resguardaran de ellos o para que yo no me diese cuenta.

Mi primera acción después de eso fue gritarle a la pecosa que corriera, estaba nervioso y no sabía que hacer pero mi grito lo único que hizo fue que ellos tomasen mi orden y corriensen tras nosotros.

Primero me atraparon a mi de una forma en la que no podía usar mis poderes de ninguna forma, sabían lo que hacían, luego mientras me propinaban una gran paliza para inmovilizarme pude ver brevemente que cogían a Lira.

La pelirroja se aferraba a mi hermano con uñas y dientes, aún así, no podía hacer nada contra los cinco o seis hombres que se le habían juntado de repente en círculo, la atraparon y aunque se resistió con su gran fuerza, le pusieron un trapo en la boca y dejo de forcejear.

Después de eso se los llevaron a los dos y a mi me dejaron tirados en el suelo, desmayado, me levante escupiendo sangre y con un dolor atroz concentrado sobre todo en mis costillas.

Al palpar el suelo para levantarme note que había algo redondo con un hueco, era frío y al levantarlo y acercarmelo descubrí que era un anillo. Ese anillo que ahora espero que me lleve al lugar donde tienen a Lira y a mi hermano.

La dama de hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora