Capítulo Cuatro

6 1 0
                                    

Nathaniel

El ambiente era pesado, nuestras respiraciones eran tan audibles que hacían que no pudiera apreciar la bella pieza de Las cuatro estaciones de Vivaldi, bien. Paso el dorso de mi mano por mi frente para secarme el sudor, el cuarto tiene un ambiente que pareciera que estuvieras en las mismas llamas del infierno. Hacía demasiado calor.

—¿Te quedaras allí todo el día? —La voz burlona de papá hace que ruede los ojos y me apresuro hasta él para asestarle un golpe en la mandíbula, que esquiva fácilmente, intenta golpearme, pero lo esquivo y lo golpeo en el estómago, haciendo que de unos pasos hacia atrás.

—Sabes que quedarme quieto no lo es lo mío —Sonrió vitorioso, él se acerca y yo volteo evitando su ataqué con mi mano, su mano entrelaza la mía y me jala para tirarme contra el suelo con fuerza, toso aún en el suelo y al intentar levantarme siento como su bota me aplasta de nuevo.

—Lo sé... ¿Y qué harás ahora? —Con mi mano tomo su bota, pero chillo de dolor al sentir los puntos abrirse, no podía continuar, estaba agotado, papá quita su bota de mi espalda y me extiende una mano —Ya basta por hoy, ve a que tu hermana a que te revise —Bufo y de mala gana acepto su mano, para levantarme del suelo y sacudir mi ropa llena de polvo.

Miro la hora en mi reloj de muñeca, todo se escucha muy tranquilo para ser casi las 8 de la mañana. Nuestro barrio siempre solía ser muy ruidoso en este día. Miro a papá y compartimos una mirada para luego yo solo apretar los labios y salir de la habitación llevándome mi teléfono.

Paro la música mientras subo las escaleras hacia el piso superior, colocó mi huella y las puertas se abren tranquilamente para mí mientras reviso mi celular, subo las escaleras y muerdo mi mejilla para intentar que el dolor el mi brazo no sea en lo único que piense.

—¡Hey! ¡Tú! —Suspiro y sigo caminando ignorándola para poder llegar a las escaleras e ir a mi cuarto, estaba sudado, lleno de manchas y sangre seca ¿Por qué? Digamos que nuestros entrenamientos no son muy comunes —¡Hey! Deja de ignorarme niño, te estoy hablando —Paro y volteo a verla, me da risa verla con una mano apresada en las esposas a la ventana y la otra intentando llamar mi atención.

—¿Qué quieres? —Respondo seco ya que en serio tengo ganas de darme una ducha —¿Qué te comió la lengua el gato o qué? —Ella bufa y yo sonrió con burla.

—¿Puedes tener la decencia de traerme un vaso de agua? Me tratan como un perro —Señala las esposas y yo solo asiento de mala gana, camino hasta la cocina y al entrar me doy cuenta de que se encuentra desolada, algo extraño ya que alguien siempre suele estar por aquí.

Tomo un pequeño vaso de plástico y sirvo un poco de agua para salir y dejárselo en el suelo a una distancia donde pueda tomarlo, ella lo alcanza y mira dentro de el para luego mirarme a mí con una ceja lazada.

—Me voy a ahogar —Dice con ironía a lo que yo solo me encoge de hombros y la veo tomar.

—Pues ahógate —Ella se atraganta ante mis palaras y tosé, hago una mueca de asco y miro el suelo —Pobre suelo, yo no pienso limpiar eso —Ella abre los ojos indignada y tose un poco más, dándose pequeños golpes en el pecho para recuperar su respiración. La miro unos segundos antes de darme la vuelta y empezar a subir las escaleras.

—¡Oye, estas sangrando! —Me avisa, a lo que yo la miro sobre el hombro y le regalo una pequeña sonrisa torcida.

—Lo sé.

Termino de subir las escaleras y me abro paso hasta la habitación de mi hermana, pero al entrar está se encuentra vacía, antes de ir a la habitación del fondo paso por mi cuarto y tomo una toalla y una camisa nueva, a penas Charlie volviera a cerrar los puntos, me daría una ducha. Apestaba a sangre y metal.

Red AlertDonde viven las historias. Descúbrelo ahora