Capítulo Dos

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Nathaniel

El olor que inunda las calles es fétido y podrido, cadáveres adornan algunas esquinas, y la sangre fluye tranquila bajo mis suelas. Pateo con asco un ojo humano que se cruza en mi camino, papá lidera la marcha frente a nosotros. Ed frente a mí, agarra su arma como si su vida dependiese de ello, y yo de ultimo, sostengo mi arma con una mano mientras la golpeo contra mi muslo, y la otra la mantengo dentro de mi bolsillo delantero.

Personas se desangran por donde veas, algunos pidiendo clemencia, otros solo pidiendo auxilio, veo con una sonrisa de ironía, que la mayoría de los cadáveres son de jóvenes de preparatoria y universitarios. Algunos magullados, otros sin ojos, y de allí entiendo la razón del por qué me cruzo con tantos de ellos en el camino.

-Ya falta poco, su casa queda a dos casas más allá de esta esquina - Miro mi reloj de muñeca para comprobar la hora, llevamos poco más de veinte minutos caminando. Tal vez, si le dé el tiempo a Ed de rescatar a su amiga.

Igual, pensaba cobrar el hecho de que me obligaron a venir cuando no quería, mañana por la mañana cuando esta locura acabase. Paro mi paso al oír como algo se esculle entre los arbustos, miro con ojo cauteloso hacia ellos, nada, aun así, apunto hasta allí y le quito el seguro.

-Camina Nathaniel, no tenemos todo el tiempo del mundo -Le pongo de nuevo el seguro, y apunto a su cabeza imitando como si le estuviera disparando. Mi hermano para frente a una casa, la fachada esta destrozada, y la puerta está abierta de par en par, papá me hace una seña para que pare.

Él señala la puerta y pone un dedo sobre su boca indicando que hagamos silencio. Hace unas señas y luego nos indica que avancemos. Yo apunto a todo con cautela, hay vidrios rotos en el suelo, flores aplastadas cerca de una mesa hecha pedazos y desastre, mucho desastre. Un grito se escucha a la distancia, y veo como mi hermano se alerta, otro grito más se escucha seguido de otros tantos que nos alertan y unas maldiciones también. Mi hermano y papá corren escaleras arriba.

La escena ante mis ojos hace que no pueda suprimir una carcajada, una chica de unos cinco meses de embarazo con un bate ensangrentado, golpeando a un hombre de unos no-se-cuantos años, quien tal vez se halla inconsciente. Su rostro muestra furia, rabia e impotencia. El bate golpea una y otra, y otra, y otra vez su cráneo, está destrozado en el suelo. Pero a pesar de todo, la escena me sigue dando gracia, mi padre me pide que me calle con la mirada a lo que obedezco.

-¡Camille! ¡Basta! - Mi hermano corre hacia ella, y la rodea con sus brazos para pararla, esta lo mira sorprendida y un tanto aliviada.

-¿Se supone que esta chica estaba en peligro? - Pregunta papá con cierta ironía en su voz, la chica me mira con extrañeza al ver que me andaba riendo hace momentos y ahora estoy más serio que una tumba.

-Mato a mis padres... yo... él, también iba a matarme... iba a matarme, aunque sabía que... -Su voz se quebró, pero reprimió las notorias ganas de llorar que tenía -Gracias... por venir a buscarme.

-Si, sí, sí. Menos charla más acción, nos quedan menos de media hora para volver a casa -Espeté, a lo que mi hermano asintió, nos dispusimos a salir de la casa, papá ayudaba a la chica a bajar con cuidado junto con Ed.

La noche afuera era fría y ahora que teníamos a una embarazada con nosotros el camino se hacía más lento, todo estaba en calma, una calma tan extraña que daba miedo. Habíamos dejado atrás ya dos cuadras, cuando sentí una mano agarrarse a mi tobillo. Mire al dueño de esta. Una chica, ensangrentada y con las ropas echas tirones, apunte mi arma a su cabeza para acabar con su triste vida, pero un grito me paro.

-¡No! No le dispares... la conozco... ella... Dios ¿Qué le paso? -La tal, Camille responde sujetando mi muñeca para alejar mi arma de la chica, la mira, parece que vive, pues se aferra a mi pierna con fuerza -No podemos dejarla aquí, necesita ayuda...

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