Capítulo Cinco

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Lauren

30 minutos antes...

Suspiro y me acomodo mejor en el suelo buscando una posición que no haga que el dolor en mi estómago me mate, dolía, oh, dolía tanto. Relamo mis labios resecos y miro mal al pequeño vaso en el suelo, tonto rubio. Miro hacía las escaleras esperando que alguien pase, pero nadie ha bajado desde hace como media hora o más.

Y yo estaba allí, sentada, sola, sedienta y con un dolor horrible en mi estómago, me habían encadenado a la ventana tal perro abandonado por su dueño. Había sido una muy mala idea salir de casa a dar una vuelta una hora antes de que sonaran las alarmas, pésima idea a decir verdad ¿Quién salía sin un arma en estos días? ¡El no hacerlo era como ponerte un letrero en la frente que dijera! ¡Mátame!

— Estúpida, estúpida, estúpida... —Me repetía a mí misma dándome pequeños golpes en la frente, la consecuencia de ello era:

Haberme perdido. Haberme quedado afuera cuando sonaron las alarmas. Ser atacada por un lunático con una cuchilla y ahora ser encadenada a una ventana. Se suponía que en estos momentos debería estar recostada en mi cama. Mirando mi teléfono y comiendo un rico desayuno ¡Ni siquiera me habían dado desayuno!

Escucho pequeños pasos y levanto la vista, una pequeña niña baja por las escaleras, sostiene contra su pecho una muñeca bastante parecida a ella, sus ojos iban directo a la cocina, como buscando algo, paso de largo ignorándome y se adentró a ella.

Genial, hasta una niña como de siete años me ignoraba, bufé y me recosté en la pared para mirar al techo. Hasta que sentí unos ojos sobre mí, volteé mi cabeza y mis ojos se encontraron con los de la niña, eran grandes, redondos y de un color avellana claro que parecía una laguna de chocolate, parecían los ojos de un ángel.

—Hola, pequeña —Hablo, pero su rostro ni se inmuta, solo me mira con curiosidad, un dato sobre los niños pequeños, eran demasiado curiosos.

Y tal vez podía usar eso a mi favor, le di una disimulada mirada a la pequeña y sonreí cuando volví a mirarla a la cara, parecía que no pensaba hablarme, aunque quizá no sabía hablar, había muchas posibilidades por las que pensar. Pero yo casi nunca pensaba antes de actuar.

Como, por ejemplo, el salir de casa hoy.

—Que linda muñeca tienes... —Volví a hablar, intentando que la pequeña me respondiera, pero no lo hacía —Es de mala educación no responderles a tus mayores ¿No te dijeron eso? —Ella me mira y frunce el ceño. Oh, oh, parece que no le ha gustado lo que le dije.

—Me dijeron que no hablara con extraños —Responde, yo elevo las comisuras de mis labios en una sonrisa irónica. Niña lista.

—Claro, eres muy inteligente —Carraspeo un poco y extendiendo mi mano libre en su dirección —Soy Lauren, es un gusto conocerte...—Deja la frase al aire, esperando a que me responda, ella parece pensarlo, pero al final sonríe también.

—Soy Maddison, pero me dicen Maddie —Su sonrisa se expandió, dejando al descubierto sus dientes blancos y perfectamente alineados, si, esta niña parecía una muñeca de porcelana —Así qué... ¿Te gusta mi muñeca? —Extendió sus manitos hacía el frente mostrándome la muñeca la cual mire con detenimiento.

Cabello rubio, ojos de cristal marrones, iguales a los de su dueña tengo que admitir, piel blanca y un linda vestido azul marino con unos botines, en conclusión, esta muñeca se vestía mejor que yo. Se notaba a leguas que había sido hecha especialmente para la pequeña.

—Es muy linda ¿Tiene nombre? —Ella asiente moviendo su cabeza con frenesí —¿Me dirás cuál es? —Ella se acerca un poco hasta donde estoy y se sienta en el suelo en posición de loto.

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