Prólogo

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Yamaguchi y Tsukishima habían vivido desde que eran unos niños en el bosque, sus recuerdos de cómo llegaron no eran del todo claros pero si recordaban algunas cosas.

Ambos vivían en una cabaña en medio del bosque junto con Akiteru -el hermano mayor de Kei- Vivían en el bosque por la inquisición ya que los Tsukishimas y Yamaguchis no eran humanos. El cómo se conocieron fue algo inesperado, el pequeño Tadashi y Kei de ocho años vivían en el pueblo; todo normal, hacían cosas de cualquier otro niño de su edad.

Un día en particular el pequeño Yamaguchi se encontraba jugando cerca de unos árboles con una ramita, jugando a que era su varita mágica ya que su madre le había dicho que él podía hacer magia. 

Tadashi la mayor parte del tiempo jugaba solo, las niñas decían que era muy feo y los niños decían que era muy débil y delicado para ser niño. Razón por la cual también era objeto de muchas intimidaciones, había un grupo de niños que siempre se paraban cerca para decirle cosas, Yamaguchi solía ignorarlos y seguir con lo suyo pero ese día en particular uno de los niños le arrebató la ramita con la que jugaba y lo empujó.

— ¡Vamos a jugar, Yamaguchi! —Dijo aquel niño con una gran sonrisa, sonrisa que a los ojos de Tadashi daba miedo.

— No quiero... —Contestó casi en un susurro.

— Será divertido. —El mismo niño se estaba empezando a acercar al pecoso el cual estaba empezando a temblar de los nervios y el miedo.

Yamaguchi solo cerró los ojos con fuerza, esperando el golpe o empujón o lo que sea que fuera hacerle aquel niño pero nada llegó, solo escuchó el ruido de un arbusto moviéndose con fuerza y el grito de los niños.

— ¡Un demonio!

Tadashi se sorprendió al escuchar eso y al abrir los ojos solo pudo ver como aquel niño y su grupito ya no estaban, giró la cabeza y se encontró con un... ¿Lobo? Pero era un poco diferente para ser un lobo, sus ojos eran muy dorados al igual que su pelaje.

— ¡Kei, no puedes venir por aquí! —De los arbustos salió un chico alto y rubio que parecía hablarle al lobo. — ¡Si alguien te ve va a pensar que eres un demo-...! —El chico se calló abruptamente al ver que su hermano menor no estaba solo, sino que también estaba un niño de pecas que los miraba muy atentamente.

— ¿Son... Cambiaformas...? —Logró preguntar a penas Yamaguchi, aun estaba algo sorprendido.

— No, no, no... ¿Cambiaformas? Pff... Eso no existe... —El más alto empezó a reír por los nervios viendo al niño, podrían matarlos si se enteraban de eso. — Solo estaba viendo a este lobo... —Le hizo señas al animal para que se perdiera nuevamente entre los arbustos, el cual lo hizo sin objetar.

Akiteru agradecía internamente que el que lo vio fue un niño, si el niño hablaba o decía algo no le creerían.

— Son cambiaformas... —Yamaguchi lo detuvo del brazo algo tímido, su mamá le había contado sobre ellos. — ¡Yo soy un hechicero! —No lo gritó pero si lo dijo con clara ilusión, su madre le había dicho que había otras personas como ellos, no precisamente hechiceros.




Gracias a ese inesperado encuentro, Tadashi conoció a Kei, el cual era un cambiaformas o "demonio" como lo llamaban los demás pero al pecoso no le importaba y se hicieron muy buenos amigos.

Ambas familias les habían dicho a los menores que nadie del pueblo podía verlos usando magia -en el caso de Tadashi- o transformándose -en el caso de Kei-. Los niños no entendían porque, sus padres les habían dicho que era peligroso pero no sabían exactamente porqué.
Eran niños obedientes pero también querían explorar y descubrir, sobre todo porque resultaba que no todos eran como ellos. 

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