Capítulo XX

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Capítulo XX

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Capítulo XX

Aquella noche, Wanda durmió en la sala de los residentes. O, al menos, lo intentó. Bucky no quería arriesgarse a dejarla sola de nuevo, pese a que la chica le había jurado que jamás volvería a atentar contra su vida; y ella no podía soportar la idea de alejarse del hospital, por lo que se dejó llevar y se recostó sin protestar, con el alma en un hilo y el temor mordiéndole las entrañas. Sin importar lo que pasara, quería estar ahí cuando Pietro saliera de cirugía, necesitaba verlo y saber que se pondría bien, que aún tenían tiempo. Permaneció recostada en el estrecho camastro, mirando al techo sin verlo en realidad. Las imágenes de las últimas horas se repetían en su mente como si de una película se trataran, y es que, ¿de verdad había estado a punto de saltar al vacío?

En ese momento, no lo había pensado bien. Sólo se dejó llevar por la desesperación, sin pensar en el daño que causaría una decisión como esa. Después de todo, ¿podría Pietro seguir adelante sabiendo que su hermana se suicidó para ofrecerle a él otra oportunidad de vivir? ¿De verdad quería dejarle ese peso en la consciencia? Y también estaban James y Rosie. Aun le dolía recordar la desesperación en los ojos de Bucky cuando la vio de pie en el alféizar de la ventana. Se vio tan aterrado, tan... desolado. Pensó en qué hubiese sido de él si ella hubiera saltado: una vez más lo hubiera dejado solo, una vez más hubiera roto su promesa, una vez más Rosie perdería a una figura materna y la poca estabilidad que habían logrado construir para ella... una vez más estaría solo, con el corazón roto y enfrentando ahora además la recién descubierta condición de su hija. La muchacha se llevó las manos al rostro y apretó fuerte los párpados, dejando que la culpa la azotara y la volteara, como si de una ola se tratara.

Bucky salió del quirófano agotado y con el corazón pesado. Luego de poner a Wanda a salvo y de dejarla al cuidado de Rebeca, debió entrar a pabellón, dispuesto a darlo todo por salvar a ese chico, pese a que su mente era un barullo de pensamientos inconexos y presagios funestos. La condición de Pietro era más que delicada. Una de sus válvulas aórticas había terminado demasiado dañada debido al trabajo extra que debía realizar y fue necesario una riesgosa y difícil intervención para impedir que su débil corazón se rindiera. El músculo cardíaco estaba inmenso debido a la insuficiencia cardíaca y, si no conseguían un trasplante de inmediato, el chico moriría sin que nada pudiera evitarlo.

Pero, él no se daría por vencido así de fácil. No estaba enojado con Wanda, no en el fondo. Comprendía que ella quisiera darle una nueva oportunidad a su hermano, después de todo, ella siempre se desvivió por él. Eran gemelos y él era mayor que ella por unos minutos, pero, siempre fue ella la que llevó las riendas en ese pequeño mundo que habían construido los dos. Él la amaba y estaba seguro de que ese amor era correspondido, pero, el lazo que compartía con su hermano era diferente. No más grande, ni más profundo, sino que simplemente distinto. Ellos compartían algo a lo que él nunca podría aspirar; una complicidad y un intrínseco conocimiento de las necesidades del otro que estaba vetado para el otro.

2 A.M.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora