Capítulo IV

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Capítulo IV

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Capítulo IV

Wanda estacionó de cualquier modo y apenas se preocupó de cerrar el vehículo en su afán por seguir la camilla que transportaba a su hermano. Corrió tras los paramédicos, con el corazón en el puño al ver a Bucky sobre él, masajeando su pecho con firmeza. A través de sus lágrimas vio como el castaño se había ubicado sobre la camilla sentado sobre el regazo de su hermano. Estaba sudado y presionaba con fuerza, contando entre dientes mientras que un enfermero insuflaba oxígeno a través del resucitador manual que tenía conectado en la boca. Un par de enfermeras abrieron las puertas de la sala de urgencias y les abrieron paso, dejándolos pasar. Wanda intentó seguirlos, pero, una de las enfermeras la sostuvo, impidiéndole pasar, sin importar cuanto ella se debatiera o gritara.

⸺ Por favor, déjenme ir con él...⸺ pidió la chica, con los ojos arrasados en lágrimas. La enfermera la sostuvo y la contuvo, abrazándola.

⸺ Tranquila, señorita⸺ le pidió, intentando tranquilizarla y llevarla a la sala de espera, pero ella se resistió⸺ Por favor, venga conmigo...

⸺ ¡No, no! Usted no entiende, por favor, déjeme ir con él, necesito verlo⸺ suplicó una vez y entonces, Bucky apareció con el rostro humedecido de sudor.

⸺ ¡Wanda! ⸺ exclamó al verla y ella se soltó de los brazos de la enfermera para arrojarse a los del médico.

⸺ James, James, dime que Pietro está bien, dime que mi hermano sigue vivo...⸺ le suplicó entre lágrimas, aferrándose a su camisa.

⸺ Tranquila, Wan, Pietro está vivo. Lo llevaremos ahora al quirófano. Pero, necesito que estés tranquila, ¿sí? ⸺ le pidió, acariciando sus brazos de arriba abajo, intentando tranquilizarla. Ella sollozó y se escondió en su pecho, negando.

⸺ Sálvalo, James, por favor...⸺ le rogó con la voz rota, dejando que él la apartara con cuidado. El hombre le alzó el rostro, sosteniendo sus mejillas con cuidado.

⸺ Haré todo lo que esté en mis manos, Wanda. Te lo juro⸺ prometió, alejándose de ella para regresar por donde había venido.

Mientras la chica se desmoronaba en la sala de espera, el galeno entró a paso firme a la sala de urgencias y aceleró el paso hasta casi correr para alcanzar a sus colegas en la sala de operaciones. Se cambió con rapidez y se lavó concienzudamente las manos hasta los antebrazos antes de que una enfermera lo ayudó a acomodarse los guantes, el cubre bocas, el gorro y los cubre calzados. Pronto se encontró dentro del quirófano, observando como su equipo se movía con celeridad. Pietro aún no salía de la arritmia que lo aquejaba y su ritmo cardíaco bajaba a cada minuto que pasaba. Sería necesaria la instalación de un marcapasos mientras esperaban un donante de corazón.

El daño en el órgano del muchacho se había incrementado a pasos agigantados debido a los corticoides experimentales que le habían aplicado sin consentimiento. Bucky nunca antes había sentido un peso tan grande sobre sus hombros. La vida de eses chico dependía completamente de él y también la felicidad de su hermana. Pese a que sabía que necesitaba su completa atención y concentración, no pudo evitar que su mente divagara. Doce años atrás, Wanda le había roto el corazón y por su causa, estuvo a punto de morir, sin embargo, no le guardaba ningún rencor. Sabía que lo que él le había pedido en ese momento salía de toda lógica ý que ella tomó la mejor decisión al acceder a irse a Sokovia con su padre.

Doce años habían pasado, él había seguido adelante. Conoció a la que fue su mujer por cinco años, se enamoró de ella y, por un momento, había creído que pasaría el resto de su existencia con ella. Sin embargo, la desgracia volvió a aparecer en su camino y la vida se la arrebató antes de que pudiera disfrutarla... pero, al menos, María le había regalado a su pequeña Rosalie. Y ahora, ella aparecía de nuevo, a alterarle el mundo como lo había hecho la primera vez, a ponerlo todo de cabeza. Ella llegó a romper su tranquilidad y ahora, estaba ahí a punto de intentar salvar la vida del hermano de la primera mujer que amó, con toda la fuerza con la que un chico de diecisiete años puede amar.

⸺ Estamos listos, doctor⸺ anunció la arsenalera y él asintió, observando a su anestesista y al médico asistente. Los dos asintieron con un gesto y Bucky tomó el bisturí, comenzando la incisión.

Fuera, en la sala de espera, Wanda se mesaba el cabello entre las manos, intentando recordar las oraciones que su madre le había enseñado de niña. Por más que pensaba y pensaba, no podía recordarlas. Suplicó a quién fuera que estuviera más allá, al recuerdo de su madre y de sus abuelos, esperando que ellos intercedieran por Pietro. Intentó pensar en Dios, en algo que le diera consuelo... pero, no, estaba sola. Su padre estaba lejos y su única familia estaba en el quirófano, debatiéndose entre la vida y la muerte. Su vida estaba en manos de alguien a quién ella había lastimado tanto... y, por un momento, cruzó por su mente que ese era su castigo. Lo que ella hizo cuando era aún una niña repercutía ahora en la vida de su único hermano, de su gemelo, de su otra mitad.

Su mente volvió doce años atrás, a aquella noche lluviosa y fría en la que Bucky le suplicó que se quedara con él. Su madre acababa de morir y su padre había viajado desde Sokovia para llevarse a sus hijos. Ambos se encontraron en el parque que visitaban siempre y ella le contó que se iba, pero Bucky no quiso oír razones. Le dijo que la amaba, le pidió que se casara con él, le prometió que él la cuidaría y que saldrían adelante juntos, sin importar lo que costara. Pero, ella sabía que no tenía opción. Pietro estaba destrozado y no podía dejarlo viviendo solo con un desconocido. Ellos ni siquiera llevaban el apellido de su padre, lo habían visto un par de veces a medida que crecían, pero no tenían una verdadera relación con él.

No, ella no podía dejarlo solo. Sintiendo como su corazón se rompía, le mintió. Le dijo que ella no lo amaba, que sólo había jugado con él y lo dejó, llorando, solo, en medio de la lluvia. Ocultó sus lágrimas hasta que llegó a casa y se derrumbó entre los brazos de su hermano. Al día siguiente, se embarcaron rumbo a Sokovia y ella pensó que el tiempo y la distancia lo ayudaría a olvidar, que los ayudaría a ambos. Pero, cuando su mejor amiga en ese entonces, Natasha, la llamó para decirle que Bucky había tenido un accidente grave ese día, ella pensó que el mundo se le iba encima. La culpa la acosó por meses y fue sólo la confirmación de que él había sobrevivido lo que le permitió seguir adelante.

Aun así, pasó todos esos años cargando su culpa como una sombra sobre el alma, intentando que el tiempo borrara los recuerdos y cerrara las heridas. Pero, nunca pudo hacerlo. Pasó su vida con sus heridas abiertas y con la culpa como su fiel compañera. Y ahora, se encontraba nuevamente frente a su antiguo amor, frente a su más grande error. Y dependía de él, toda su familia y toda su felicidad dependía de él: la vida de su hermano dependía de él. No podía ignorar el hecho de que aún sentía mariposas en el estómago cuando lo veía, que aún seguía siendo el muchacho que ella amó... y que seguía amando, aunque debiera esconderlo en lo más profundo de su consciencia. Él siguió adelante y ella tendría que hacer lo mismo.

Las horas se arrastraron, avanzaron a un paso inexorable y el cansancio la venció. Cayó dormida sobre las bancas de la pequeña sala de espera y allí dormitó hasta que sintió el calor de una mano sobre su hombro. Se incorporó con rapidez y cuando la vio la sonrisa que decoraba el rostro cansado de Bucky, sintió que el alma le volvía al cuerpo. Se veía agotado, pero sonreía.

⸺ ¡Bucky! ¿Pietro... Pietro está...?⸺ él asintió y posó sus manos sobre sus brazos, apretándolos suavemente.

⸺ Él está bien. Todo salió bien, Wanda...⸺ la muchacha sollozó de alivio y se abrazó del torso del hombre, agradeciéndole desde el fondo de su alma por lo que acababa de hacer.   

2 A.M.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora