Prólogo

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Ese día había ruido afuera, algo inusual debido a que, por lo que yo podía recordar, la casa había estado deshabitada desde que mis padres la habían puesto en venta hacía unos veinte años. Me asomé por el marco de la puerta, nervioso, esperando divisar a los nuevos dueños del hogar que antes solía pertenecerme. Ya los había visto hacía un rato descargar el camión de la mudanza, pero no había considerado hablarles. No podía, así que intentarlo sería inútil. Por la entrada ingresaron una pareja joven y un niño de unos cinco años. El padre llevaba una caja de cartón bastante grande entre sus brazos, mientras que la madre era llevada por el niño de la mano. Parecía que quería mostrarle algo, ya que gritaba "¡Mirá mami!" cada unos cuantos pasos. Sonreí levemente mientras me cruzaba de brazos, apoyado en el marco. Los niños no eran mi cosa favorita del mundo, pero el chiquito me resultaba adorable; apenas entró a la casa percibí su aura pura y blanca, por lo que tuve un buen presentimiento. Contrastaba con su cabello negro y sus ojos verdes.

Su mamá se quejaba diciéndole que todavía tenía que transportar cajas hacia el living, pero el niño estaba tan empeñado en mostrarle aquello que veía que no la soltó. Los vi acercarse a mí; me hice a un lado de la puerta para que pudieran ingresar a la cocina sin sentir un escalofrío desagradable. Pero al contrario de lo que yo pensaba, el niño se detuvo frente a mí y me miró directamente a los ojos. Pestañeé una, dos veces. El niño también lo hizo. Me quedé petrificado, aún manteniendo el contacto visual con él. En ese momento, lo único que cruzaba mi cabeza era una interrogante gigantesca.

¿De verdad pudo verme?

—¿Ves mami?

El niño se había dado vuelta; le soltó la mano a su madre para señalarme.

—¡Yo te dije que había un chico!

La cara de la mamá se transformó. ¿Qué había alguien? No, seguramente no veía a nadie, ni siquiera a un alma captiva como yo, esperando pacientemente por ese día que, veinte años después de mi muerte, se cumplió.

Al fin alguien había logrado verme.

Cómo ser amigo de un espíritu (y cómo expulsarlos de tu hogar) (Bulrom)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora