Capítulo 9

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Dimitri se levantó del sillón cuando escuchó el sonido del timbre. Se acercó a la puerta con pesadez y la abrió. Del otro lado se hallaba Mathias con el uniforme del colegio, la mochila al hombro y una evidente preocupación en el rostro. Bueno, quizás su estado estaba peor de lo que él pensaba.

La noche anterior no había podido dormir. A pesar de que el encuentro con Vlad había sido bastante tranquilo, la sensación de seguridad se había esfumado y le había dejado miedo a lo último. Había sentido que algo lo seguía, y la impresión se intensificaba al pasar por la pieza de sus papás. Luego de cenar e irse a acostar, se tapó con las sábanas hasta la cabeza y rezó con fervor todas las oraciones que sabía, incluyendo a los santos. Incluso recitó tres veces "yo soy círculo de protección divino" como había leído por internet en varios portales. Nada de eso pareció funcionar; la sensación de que lo miraban no desapareció hasta que por la persiana se filtró la luz del sol. Por eso, había decidido faltar a la escuela ese día. Había dormido unas pocas horas hasta que recibió el mensaje de Mathias preguntando por él, y su respuesta fue "¿podés venir a casa?".

Dimitri invitó a pasar a su amigo. Tomaron asiento en la mesa de la cocina. Mathias inició la conversación.

—¿Qué pasó? —fue su pregunta.

Quizás intuía que la razón por la cual se había ausentado en la escuela era por los mismos temas paranormales. Dimitri no sabía por dónde arrancar a contarle, pero creyó pertinente mencionar el sueño como punto de partida. Mathias escuchó atentamente todo el relato; el niño, el café, la estética ochentosa y el hombre blanco, ahora llamado Vlad. Soportó su miedo al oír que se había comunicado con el fantasma en esa misma casa.

—Bueno... —A Mathias le dio un escalofrío que intentó reprimir—. Creo que el tema se está poniendo grave.

—No sé, de verdad no sé. —Dimitri se agarraba la cabeza—. Arthur me dijo que yo estaba en peligro, pero Vlad no me parece alguien malo. ¿Será que hay otra cosa más en casa? Ya me cansé de los fantasmas.

—Mmm... a ver, si somos realistas, puede ser que sí. —Dimitri largó un suspiro frustrado—. Lamento decirte que es lo más probable.

Mathias notó que Dimitri estaba a un paso de largarse a llorar, así que cambió de tema rápidamente.

—¿Pero no te pusiste a pensar en la posibilidad de que lo de Vlad y vos sea algo de una vida pasada?

—¿Eh? —Dimitri negó levemente con la cabeza—. No, pero ahora que lo decís...

—Lukas me dijo algo de eso. Como que cuando Vlad lo posesionó pensó en que podría haber sido un vínculo de otra vida. Y ahora que escucho lo del sueño, tiene todavía más sentido.

—Sí, tenés razón. No veo razones por las cuales descartar esa teoría. La verdad es que todo esto es tan loco que otra cosa así de bizarra como la reencarnación no me sorprendería.

Dimitri agarró su taza, por fin, y dio un sorbo de su café. Segundos después un olor nauseabundo inundó sus fosas nasales, por lo que creyó que su experiencia aterradora la noche anterior estaba jugándole en contra y todavía no podía recobrar su apetito normal. Sin embargo, supo que no era cosa suya cuando vio que Mathias también reaccionaba al hedor. Se tapó la nariz y le preguntó riéndose si se había cagado del miedo. Aquella risa se desvaneció cuando Dimitri escuchó pasos en el maldito pasillo. Mathias también los había oído. Se acercaban, cada vez más fuerte. El miedo se instaló entre ambos, intercambiándose miradas desesperadas en el afán de preguntarse si estaban presenciando lo mismo. Dimitri volvió a rezar como un cura profesional mientras que Mathias se hacía la señal de la cruz a pesar de que no era un fiel creyente —convengamos que Dimitri tampoco, pero ahora todo le daba lo mismo—. Mucho "círculo de protección divino" pero nada funcionó. Por encima de la barra de la cocina se acercaba una sombra de tamaño considerable, que desestabilizaba sus estómagos a cada paso que daba.

Dimitri estaba tan aterrorizado mirando a aquella figura que sólo logró despegar sus ojos de ella cuando escuchó un ruidoso golpe al lado suyo, que consiguió sobresaltarlo aún más. El causante del sonido había sido la frente de Mathias chocándose bruscamente contra la mesa luego de perder la consciencia.

Dimitri sintió que tenía la cosa al costado. Tenía la respiración en el cuello. No podía girar, no quería encontrarse con el rostro desfigurado y negro de aquella sombra, así que se tapó los oídos, cerró los ojos y rezó en voz alta. Otra de esas imágenes mentales volvía a su cabeza: se trataba de Arthur. Cuando pensó en su amigo imaginario —ahora ya no tan imaginario sino que semi real en el plano físico—, su sufrimiento calmó y una tranquilidad lo invadió. Se sintió salvado. Tomó aire, respiró, se calmó un poco. Después de secarse las lágrimas y volver a la realidad, notó que Mathias seguía inmóvil sobre la mesa.

Ay, no. No podía ser. De verdad se había desmayado.

Cómo ser amigo de un espíritu (y cómo expulsarlos de tu hogar) (Bulrom)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora