Capítulo 16

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No sabía en qué estaba pensando cuando salió de la casa. Sabía que tenía que hacerle caso a Arthur, ¿pero era realmente necesario llamar a los chicos en el proceso? Eran las cinco de la mañana, ni siquiera se estaban levantando para ir al colegio. Si consideramos que Dimitri estaba en crisis, quizás sí era necesario llamarlos para avisarles lo que estaba pasando, pero no para implorarles que llegaran rápido a la casa. Igual, ninguno de los dos se presentó. Era entendible, su casa quedaba a trasmano del colegio. Además, ya les debía bastante de la vez que se habían quedado haciéndole compañía por la noche.

Las lámparas habían empezado a explotar mientras él se escudaba bajo las canciones de Iglesia que se sabía de memoria. Después de eso no pudo distinguir qué otra clase de fenómenos sucedían en su casa, porque había intentado escapar lo más rápido posible. Así que en ese momento se hallaba mirando fijamente a la puerta, inmóvil en la entrada.

Lo único que se le ocurrió fue correr a la iglesia más cercana que estuviera abierta. No importaba si era evangélica, ortodoxa o católica, con tal de que expulsaran al espíritu malvado todo estaba bien. La primera iglesia que se cruzó —y que además estaba abierta por la misa matutina de las seis— fue a unas cinco cuadras. Entró rogando por un cura que pudiera ayudarlo; en seguida, un señor mayor se hizo presente alarmado por la desesperación en la voz de Dimitri. Era moreno y un rulo extraño sobresalía de su cabeza. No pudo observar mucho más, ya que el hombre le preguntó qué podía hacer para ayudarlo.

Dimitri lo agarró por el brazo mientras iba explicándole la situación en el camino. Sólo esperaba que no lo tomara por loco. No obstante, al llegar a la casa, el sacerdote creyó entender que lo que le decía era verdad. Se quedó un rato sintiendo las malas energías en la puerta de la casa, luego giró hacia Dimitri y asintió grave.

—Entiendo. —El cura apoyó una mano en su hombro—. Necesito también de tu colaboración, ¿está bien?

Dimitri asintió repetidas veces con la cabeza; quería sacarse la cosa de encima cuanto antes, así que hizo lo que el hombre le pedía. Agarró sus manos y empezó a rezar, mientras el señor sostenía en alto un rosario. Visto desde afuera eso se podía interpretar como dos locos parados en la mitad de la vereda que vociferaban cosas extrañas; sin embargo, todos sus esfuerzos funcionaron. El ruido dentro de la casa se calmó luego de unos cuantos minutos, Dimitri se atrevía a decir que incluso el tiempo total ascendía a más de una hora. Pudo ver con un poco de miedo que dos siluetas se erigían en la puerta, mirándolos al cura y a él. Eran Arthur y Vlad, claramente, y su brillo volvía a ser apagado como la primera vez que habían peleado contra la sombra. El hombre se fue acercando sin dejar de soltarle la mano a Dimitri, hizo la señal de la cruz frente a las figuras de los espíritus y ambos se desvanecieron. Luego, giró hacia él y le regaló el rosario.

—Mi trabajo ya está hecho, pero por cualquier eventualidad este rosario te va a proteger —explicó. Ahora entendía bien por qué el chico estaba tan alterado—. Había dos ángeles en la entrada, ¿sabías? Los purifiqué y les agradecí su protección.

Dimitri se deshacía en palabras de agradecimiento hacia el sacerdote. Se despidió con un apretón de manos, mientras seguía dándole las gracias, y observó cómo el señor volvía por el mismo camino que habían realizado para llegar a la casa.

Estaba seguro de que ese día tampoco iba a ir a la escuela.

Cómo ser amigo de un espíritu (y cómo expulsarlos de tu hogar) (Bulrom)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora