Capítulo 11

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Volvía a escuchar un murmullo lejano que no parecía provenir de sus padres. El cuerpo de Dimitri estaba inmóvil y al mismo tiempo parecía flotar por encima de las sábanas. Le restó importancia al visualizar dos personas borrosas caminando por su habitación, que identificó como Vlad y Arthur. Los dos irradiaban una luz extrema; el primero despedía una luz blanca, muy pura, mientras que la tonalidad del segundo era más apagada. Todavía tenía su nebulosa negra rodeando su figura. Los dos hablaban en un tono suave, parecían conversar sobre algo serio. ¿Se conocían de antes? La verdad era que no tenía idea, pero logró acercarse a Arthur y tomarlo del brazo.

El espíritu pareció materializarse. Tomó una apariencia totalmente diferente, seguramente su aspecto antes de convertirse en un fantasma. Era un joven como él, quizás un poco más grande, rubio y de ojos verdes. Arthur mostró una expresión confusa, gesto que Dimitri le devolvió. Le preguntó si había estado con él desde la infancia, a lo que Arthur asintió con la cabeza. Le dijo que fue el primero en verlo después de veinte años vagando por esa casa. El recuerdo de la mudanza volvió a su mente. Arthur le contó más de él: que no le gustaba molestar a la gente más de lo necesario, que había estado en soledad por mucho tiempo y que le agradecía por haber sido su amigo. ¿Todo aquello significaba que se iba a ir?

—No, todavía no puedo.

Lo raro era que, a pesar de que hablaba, sus labios no se movían. Era como si la voz, ahora más nítida que la primera vez que se encontró con él, sonara dentro de su cabeza, algo totalmente extraordinario. Dimitri soltó el brazo del fantasma y le agradeció por haberlo salvado la vez anterior con la sombra. Arthur sonrió de lado; no tenía por qué agradecerle, siempre lo había cuidado aunque él no supiera. ¿Significaba que tenía otro ángel de la guarda? Arthur largó una risa y se encogió de hombros.

—Sólo soy un espíritu que no puede solucionar sus problemas, por eso no puedo desaparecer de este plano. Pero mientras intento resolver mis rencores, me propuse cuidarte para que no te pasara lo mismo que a mí. Sabía que en algún momento la presencia de la sombra se iba a intensificar, todo pasó después de que otro espíritu de luz llegara a casa.

—¿Era Vlad?

—Sí, él. Vos también tenés que hacer tu parte para ayudarlo, creo que esa va a ser la manera de que la sombra se calme.

—¿Y qué tiene que ver la sombra en todo esto?

—No sé. Yo vivía acá antes que vos y nunca supe por qué ese espíritu estaba en casa. Pero debés saber que es muy peligroso.

—¿Y mientras tanto qué hago?

—Mmmm... —Arthur pareció pensar—. Exorcizar la casa ahora sería arriesgado. Logré calmarlo, pero despertará pronto. Podrías intentar averiguar qué paso con Vlad y cuál es su misión en la tierra.

—¿Qué? ¿Y cómo hago eso?

A cada segundo, Arthur se ponía cada vez más negro. Su figura se borroneaba en una nebulosa como la que solía tener, pero Dimitri logró distinguir una sonrisa y una caricia en su hombro.

—No te desesperes. Las pistas te van a empezar a llegar cuando menos te lo esperes.


Como si ese contacto hubiera desencadenado una reacción instintiva, Dimitri abrió los ojos lentamente. Por alguna razón se sentía cansado, como fatigado por toda la situación. Le alegraba que Arthur fuera su aliado y que hubiera podido comunicarse con él, pero el desgaste psicológico era muy grande. Su mirada cruzó toda su habitación; fue durante esa investigación visual que pudo notar el desastre de hojas y útiles que era su escritorio. Se levantó rápidamente para ver qué había pasado. En el medio de todos los papeles había logrado encontrar una nota con letras extrañas, un idioma incomprensible. No tuvo mejor idea que correr hasta alcanzar su celular y usar el traductor para saber de qué lengua extranjera se trataba. El resultado le arrojó un insensible "sólo recuerdo el tren", traducción del rumano.

De repente, recordó una frase que Vlad le había dicho a Arthur mientras él flotaba encima de su cama. Era algo así como que la última vez que lo había visto era en ese tren. ¿De qué tren estábamos hablando?

Otra imagen mental golpeó su cabeza, aunque esta vez parecía ser propia. Se encontraba en un asiento del lado del pasillo. Giró la cabeza hacia el asiento del lado contrario, se encontró con Vlad mirando por la ventana desinteresadamente. Su pecho se llenó de calidez. ¿Por qué tenía ganas de besarlo? Y sin embargo, a los pocos segundos, esa visión tan hermosa se esfumó y pasó a ver tipos armados enfrente suyo.

La tragedia. Tenía razón, estaban yendo hacia Sofía, la capital de Bulgaria. Su familia vivía ahí. Él se había trasladado a Bucarest por una beca laboral, pero no tenía ni idea de que iba a desarrollar una relación con aquel hombre. Era la época del SIDA, era muy arriesgado ser gay en ese tiempo.

¿Ser gay? Claro, era amor lo que sentía en el sueño. Algo que le salía tan de adentro, una conexión que trascendía lo físico.

Dimitri volvió a la realidad y se dio cuenta de que su mirada se había perdido en la nota escrita en rumano. Tenía muchas más dudas que respuestas, así que se dijo que no podía perder el tiempo y comenzó a investigar. Despejó su escritorio de todas las hojas, encendió la computadora y tecleó en el buscador: "tragedias de tren en los '80".

Cómo ser amigo de un espíritu (y cómo expulsarlos de tu hogar) (Bulrom)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora