CAPÍTULO 28

115 6 0
                                    


Una sensación de escalofrío recorrió todo mi cuerpo quedándose en el emitiendo un temblor involuntario al respecto.

—¿Esta todo bien, amor? —preguntó Lauren tomando un poco de distancia para evaluarme con la mirada.

Lanzando un vistazo al sitio en el que anteriormente el hombre estaba noté que Lauren giró su rostro buscando lo que yo recordaba.

—¿Qué pasa? —repitió con la mirada de nuevo puesta en mí.

—Creo que nos están siguiendo —di mi veredicto sobre el señor que todo el día llevaba asustándome.

—¿Empezaras con eso otra vez? —levantó su ceja sin soltarme, —Nadie nos está siguiendo, aquí en Madrid somos libres, bebé.

Con determinación sujetó mi rostro y pegó sus labios a los míos. En el intento por no pensar más en ese hombre lo vi más cerca de nosotros.

—Está ahí —empujé a Lauren para volver a buscarlo, pero de nuevo se había ido.

—¿En dónde? —la chiquita pareció molesta y tenía razón en estarlo. No había medido la fuerza con la que la había alejado.

—Lo vi de nuevo —hablé bajando la mirada, quizá Lauren tenía razón y solo me estaba alterando sin sentido.

—A lo mejor el sol está haciendo que no pensemos bien, ¿Vamos por un helado? —propuso evitando que me desanimara, —Además aún falta que te tome foto con algún animalito que se parezca a ti.

Sonreí sintiéndome culpable por andar con paranoia de que alguien nos siguiera o de que algo pudiera salir mal.

—¿Todo estará bien? —quise escucharlo de su boca, solo ella podía tranquilizarme.

—Siempre que estemos juntas, amor —con una sonrisa entrelazó sus dedos a los míos llevándome a su lado hacia un carrito en donde un señor con un sombrerito de marinero tocaba una pequeña corneta, indicando que ahí vendían los helados.

El hombre nos recibió para darnos los sabores que tenía, por un momento pensé en cuales podría combinar para pedir el helado más grande que vendía.

—¿De cuál vas a querer, cielo? —preguntó Lauren eligiendo la canastita de galleta en la que nos servirían las bolas de ese delicioso postre.

—Plátano —mencioné pensando en lo refrescante que sería, —Y fresa —sonreí al ver su mirada muy atenta en mí emoción por comprar helado.

—El que pidió mi chica y yo quiero uno de pura fresa, por favor —mi novia indicó al vendedor buscando en la bolsa de su pantalón un billete para pagar.

Recibí la canasta decorada con un palito de galleta, chocolate y chispas de colores en él esperando a que Lauren tomara el suyo.

Después de recibir el cambio caminamos por el sendero que nos llevaba de regreso a los monos con la intención de adentrarnos más al zoológico hasta que llegamos a una banquita en la que nos sentamos para terminar el helado que adquirimos.

Mi mente por suerte se había despejado de lo que pensaba, hasta que la pelinegra llamó mi atención.

—Creo que mi helado no está tan bueno — habló desanimada mientras lo olía.

—¿Qué dices? —pregunté buscando el sabor que también había pedido en el mío.

—Mira —extendió su mano para acercarme su canastita con el helado en ella.

Me agaché un poco para prestar atención en el aroma hasta que sentí como levantaba su mano, cubriendo mi nariz con helado sabor a fresa.

Haciendo un gesto de desagrado por su pésimo chiste aparte mi vista de ella, quitándole la servilleta a mi helado para limpiar mi cara.

QUIMERA | CAMRENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora