CAPÍTULO 24

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El frío envolvió mucho más mi cuerpo mientras más avanzaban los minutos sentadas en este lugar. Nos habíamos comido todo de la canasta y sin duda había disfrutado lo que mi novia había preparado con tanto amor para nosotras.

Ninguna espetó mayor palabra durante la comida, tampoco tocamos el tema de nuestro reciente enojo y lo prefería así, porque sabía terminaríamos peleando peor que antes.

—¿Tienes frío? —su voz me sacó de la nube en la que estaba sumergida al momento de mirar el paisaje a nuestro alrededor. No esperó respuesta de mi parte y rápidamente saco una cobija gris de la canasta, que a decir verdad se veía bastante acogedora, y rodeó mis hombros con ella. 

Se lo agradecí, estar con los hombros descubiertos no contribuía en nada para mantenerme calentita en medio de la noche. No sé qué pasaba por mi cabeza al pensar que vestir así era buena idea.

—¿Por qué fue todo esto? —pregunté al grano colocando la última fresa en mi boca. 

—Porque hoy es Halloween y es un día muy especial para nosotras —sonrió tomando mi mano y entrelazando nuestros dedos, su pulgar no tardó en acariciar la palma de mi mano —Siempre debes recordarlo. 

—¿Es nuestro aniversario? —pregunté sin entender mucho a que se refería —¿Acaso lo olvidé?

—No, eso es en octubre amor —carcajeó un poquito para alivianar el ambiente que se había formado por nuestra pelea.

—¿Entonces? —pregunté, Lauren sabía cuánto me frustraba que no me dijera las cosas como son, odiaba los jueguitos de adivina qué, me hacían recordar que perdí la memoria y que era incapaz de recuperarla.

Soltando mis manos, se acercó a la canasta para sacar un pequeño panqué decorando con una buena cantidad de crema rosa y una pequeña guinda en su punta. Del mismo lugar, colocó una pequeña velita del mismo color en el panqué.

—Solo sopla las velas de este panqué —sonrió sacando un pequeño encendedor de la canastilla y protegiéndolo del viento lo encendió —Pide un deseo.

La observé, por unos instantes, su rostro iluminado por la cálida luz que proporcionaba la vela encendida. Su sonrisa, sus ojos esmeraldas, sus largas pestañas relucían mucho más, todo ella era perfecto. 

Mi corazón comenzó a latir más fuerte. 

—Deseo que lo que tenemos sea eterno —cuando expresé mis palabras, ella miró al cielo y seguí su acción. Las estrellas estaban perfectamente marcadas, el cielo casi negro y la luna estaba en su total resplandor, era simplemente mágico. 

—Soplemos —susurró y ambas, al unísono, apagamos la vela. El olor a humo no tardó en aparecer, ella retiró la vela rosita y la dejó a un lado —Debes morderlo, amor.

Me encogí de hombros y pegué mi boca en el panqué, la crema no tardó en rodear toda mi cara —¿Así? 

Su risa se hizo escuchar, sacó el panqué de mi boca para con su dedo retirar un poco de la crema que estaba en mi mejilla, luego lo metió en su boca para degustarlo. 

Eso me encendió. 

—Amo la frutilla —mordió su labio —Sobre todo si está en tu boca —sus labios atraparon los míos en un abrir y cerrar de ojos, podía sentir como succionaba mi labio inferior y la mezcla de sabores de sus labios con la crema de mi boca. 

Una sensación dulce y agradable estaba presente, sus labios se movían en sincronía con los míos, su lengua tentaba a mi labio inferior y fue entonces cuando el beso se profundizó. 

QUIMERA | CAMRENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora