Capítulo 11

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Marinette se había habituado a tener visitas a las horas más intempestivas y en lugar más irracional de su casa, porque desde luego no tenía instalado el timbre en la azotea. Era una de las consecuencias más disparatadas de tener los prodigios en activo, sobre todo el del gato caótico que presumía de libre albedrío, pero Marinette, aunque no esperaba que fuera así y le daba pena por el pobre kwami de Chat Noir, no podía decir que le resultaba desagradable. Pues ahí estaba el gato más mañoso de París, tocando la trampilla de su cuarto con cara de cachorro mojado.

Observándole allí, con aquella expresión lastímera, agradeció ser Marinette y no Ladybug. Si llevara el antifaz puesto, lo único que saldría de su boca en aquella situación sería que los superpoderes no estaba ahí para sus correrías ni trastadas nocturnas y que éstas no hacían más que ponerle en peligro continuamente. A él y a su misión. ¿Y si algún ojo indiscreto observaba su trasformación? ¿Y si lo capturaban? Chat tenía el talento natural de cruzarse con todos los líos que hubieran en París con una sincronización asombrosa y el gato metiche era incapaz de dejarlos correr. Con su suerte, no le costó imaginarse a un delincuente sin rostro ofreciéndole un gato a la naranja a Hawk Moth. Si cerraba los ojos podía incluso ver la brillante cinta que lo mantendría inmovilizado, brillando ante la luz con su tenue color lavanda. Solo pensarlo le daban escalofríos.

Marinette no obstante, al menos de cara a la galería, no tenía cargas ni ataduras. No tenía que romperse la cabeza compaginando su vida con sus obligaciones de superheroína ni lo que implicaba llevar aquellos aretes para la seguridad de su ciudad. Así que bien podía ahorrarse esa conversación y centrarse en lo consternado que parecía Chat Noir.

—¿Chat? —lo llamó de nuevo.

—Sí, ya, solo... Solo estaba de ronda y pensé en visitarte.

Marinette no se lo creía. Ni por asomo. Esa expresión de gato llorón le indicaba con claridad que algo había pasado. Distinto era si se lo quería contar o no. Marinette salió a la azotea y Chat retrocedió para hacerle espacio. Ambos fueron a la baranda, aunque se apoyaron de formas distintas: Chat Noir directamente se subió a ella y se acuclilló, mientras Marinette buscó el soporte con los antebrazos.

—¿Todo bien? —preguntó Marinette a bocajarro.

—Sí, claro, ¿por qué lo preguntas?

—Por tu visita repentina.

—Creo que jamás te he avisado previamente de mi llegada.

—Eso tendría su gracia —se rió Marinette—, sobre todo en estas circunstancias.

—¿Qué circunstancias?

—Mi cosplay, gato lento —bromeó Marinette.

Chat enarcó las cejas, sin entender del todo el comentario.

—A eso venía yo, a preguntarte qué tal te iba con tu experimento.

—Ya, por supuesto...

Marinette puso los ojos en blanco y recargó un poco más su peso sobre la baranda. Aprovechó ese segundo para reunir la calma suficiente para tragarse sus comentarios.

—Bueno, ¿y no me vas a decir qué tal te va? ¿Es que tienes pensado otro traje de gato y te da vergüenza enseñármelo?

—¿A cuento de qué me daría vergüenza?

—Porque eso querría decir que no puedes sacarme de tus pensamientos, princesa —comentó Chat Noir guiñándole un ojo con gesto coqueto.

Marinette resopló tan fuerte que parte del flequillo se le levantó con gracia.

—Más quisieras, gato apestoso.

—¡Oye! Podrás decir lo que quieras sobre mí, pero jamás me podrás decir que apesto.

I'm a magical girl!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora