Capítulo 13

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Marinette estuvo segura, después de tener que rehacer el tejido tres veces, que no había nada en el mundo que detestara más que trabajar aquellas botas. Si llegaba a tener éxito en la industria de la moda, definitivamente trabajar en el sector de la zapatería no iba a ser su camino.

Se estiró en la silla, haciendo sonar sus articulaciones en una serie de chasquidos que le recordaron lo adolorida y cansada que estaba.

—¿Qué ocurre, Marinette? —preguntó Tikki, preocupada.

—Que no consigo trabajar bien con este material, es muy duro y mi máquina de coser no está preparada para esto.

—¿Y cuál es la alternativa?

—Quizás podría hacer estos pliegues aparte para no trabajar directamente en el zapato y, no sé... —Marinette suspiró, se llevó una mano a los ojos y se masajeó los párpados—. Quizás pegarlos luego con pegamento.

—¿Te sería más fácil?

—Supongo y así podría disimular el destrozo que le he hecho a la bota para intentar apañarla —meditó Marinette—. Pero tomaría más tiempo para estar segura de que todo está bien fijado.

—Tendrás que cancelar el plan con los chicos mañana.

Marinette negó.

—Todos han buscado una forma de hacer un hueco para ayudarme, no quiero cancelar en el último momento por haber sido una bruta.

—No eres una bruta, Marinette.

—Lo que le he hecho a esta pobre bota es la prueba irrefutable de que soy una bruta —se quejó Marinette—. Pero habrá que apañarse con lo que hay, porque no tengo dinero para pillar otras. Tuve suerte de encontrar estas de oferta.

—¿Y entonces? —preguntó Tikki—. ¿Qué piensas hacer?

Marinette se levantó del asiento y fue hacia el armario. Lo tenía abierto de par en par y había viarias perchas ancladas a lo alto de las puertas en lugar de en el interior. Marinette cogió el vestido azul y paseó los dedos con cuidado por la tela.

—Supongo que habrá que cambiar de planes.



Marinette trató de apurarse de camino al instituto, pero estaba tan somnolienta que tenía que recordárselo a sí misma cada pocos pasos. No quería pensar en la posibilidad de quedarse dormida en clase, aunque viendo el número preocupante de bostezos, parecía que ese sería su destino. Sumado a un castigo enorme por parte de la Srta. Mendeleiev si se quedaba sopa en su clase.

—¡Ey, Marinette!

El saludo vino de alguien que estaba a su espalda, lo que bastó para hacerla pegar un brinco.

—¿Qué? ¿Cómo? —preguntó Marinette desconcertada.

—Que hola —dijo Nino riendo, poniéndose a su lado.

—¡Ah, sí! Perdona Nino —se disculpó Marinette, mal disimulando un bostezo—. Hola.

—Cualquiera diría que has pasado una mala noche.

—No diría que ha sido mala —murmuró Marinette—. Solo muy productiva.

—Algo que no lidia bien con una buena dosis de sueño, ¿eh?

—Por favor, no me eches tú también la bronca —pidió Marinette.

Su madre le había echado ya un buen sermón acerca de lo importante que era aprender a repartir el tiempo de forma saludable y que no era para nada bueno que se pasara las noches en vela. Recordaba lo mucho que la había mimado su madre cuando se había visto con el corazón roto y desmigajado, pero supuso que ella lo había tomado como una situación excepcional y no quería que fuera la norma.

I'm a magical girl!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora