Capítulo 5

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Marinette no se esperaba tantos cambios en sí misma, menos uno semejante. Una cosa era hacerle bromas a Chat Noir y otra muy distinta era hacérselas a Adrien. Pero eso era bueno, ¿verdad? Quizás las cosas estaban cambiando de verdad, para bien, dentro de ella. Aun no podía ponerle nombre, pero sentía que algo en su interior se estaba fracturando para dejar pasar algo que deseaba descubrir. La idea de que ese momento de cambio fuera igual que el de una mariposa saliendo de su crisálida la puso nerviosa. Piensa en positivo, en positivo, se había repetido Marinette hasta el cansancio.

Sin tener aun respuesta del ayuntamiento, Marinette se pasó los siguientes días cosiendo sin parar. Se había pinchado más de una vez, le dolías las manos de trabajar entre hilos, telas y mucha silicona durante horas. Por no hablar de sus ojos. Había necesitado varios viajes a la nevera y tiempo muerto sobre su silla usando un antifaz relajante para poder continuar. Le dolía muchísimo la espalda y temía acabar trabajando en el campanario de Notre Dame si seguía así.

Pero cuando lo tuvo sobre el maniquí, completo, no se lo podía creer. En ese momento no supo si sus dedos temblaban por los calambres o por la emoción, pero de igual forma quiso llorar. Obviamente no era la primera vez que se ponía a coser, pero sí la primera que hacía una pieza tan completa en tan poco tiempo. Y aún así lucía profesional. Marinette no quería echarse flores, pero estaba segura de que si alguien se lanzaba a hacer un liveaction de Sakura, su traje bien podría colar entre el vestuario.

Ese pensamiento rebotó entre las paredes de su mente como una bola de pinball que había vibrar todo aquello con lo que chocaba.

—¡Oh, Marinette! —susurró Tikki, sentándose delicadamente sobre su hombro—. Es precioso.

—Lo es, ¿verdad? —admitió Marinette, rompiendo a llorar.

—¡Oh, Marinette! —la llamó de nuevo Tikki, volando hacia su rostro y acariciándole gentimente la mejilla—. Tienes que estar orgullosa, no es algo por lo que llorar.

—No lloro de tristeza, Tikki —reconoció Marinette con la voz entrecortada. Se limpió las lágrimas con el dorso de la mano, pero fue inútil, rápidamente le siguieron otras—. Es solo que a veces me cuesta creer un poco en mí... Cuando estoy como Ladybug, al final soy una superheroína mágica así que el trato no es del todo justo, pero esto..., soy simplemente yo.

Con muchísimo mimo, Marinette acarició los volantes del vestido que decoraban los hombros.

—Marinette, te lo dije antes, ¿recuerdas? Tú siempre has sido una superheroína que puede con todo —le recordó Tikki, volando para estar frente a su cara—. Eres fuerte, valiente y lista. Más allá de que seas mi portadora, para mí eres una persona importante por ser quien tú eres.

—Tikki... —suspiró sollozante Marinette, dándole una caricia en la cabeza al tiempo que la kwami le abrazaba la nariz—. Te quiero muchísimo, Tikki.

—Y yo a ti, Marinette. Siempre —le respondió Tikki, apretando su abrazo una vez más antes de separarse de ella— Y sé que podrás con esto y más porque eres increíble.

Marinette rió por lo bajo, limpiándose las mejillas. Esta vez no hubo más lágrimas que corrieran por ellas.

—Voy a hacerlo Tikki. Me voy a demostrar lo fuerte que soy —aseguró Marinette con una sonrisa enorme—. ¡Y antes de que se me olvide, tengo algo para ti!

—¿Me has preparado algo, Marinette? —preguntó Tikki, emocionada.

—Y no ha sido fácil —dijo Marinette, rebuscando una pequeña cajita en el costurero—. Tenía que hacerlo a escondidas.

Con sospecha, Tikki abrió la cajita y desenvolvió el papel que la cubría.

—Marinette...

En el interior había un collar con un pequeño cascabel atado a él.

I'm a magical girl!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora