Prólogo

5 0 0
                                    

1 de Diciembre, 2002

Había sido el primer día soleado en Londres en mucho tiempo. Los hermanos O'Donell descansaban exhaustos sobre el pasto luego de haber estado jugando y corriendo durante toda la tarde. Denver fue el primero levantarse, e ir dentro ante el llamado de sus padres mientras los trillizos simplemente se levantaron un minuto después luego de recuperar el aliento para seguir corriendo.

Aquel día durante la mañana habían decidido que Elliot se haría carago del reinado junto a su esposa Clarisse, por lo que estaban planeando las próximas vacaciones porque probablemente serían una de las últimas que tendrían libremente. A pesar de que Elliot jamás quiso ser la cabeza del reinado de Europa, simplemente era algo que le había tocado al azar al ser el hijo mayor de la Reina Chloe y el Rey Steve.

A pesar de que estaba dispuesto a hacer lo posible para ser el mejor rey, siempre pensó que su esposa había nacido realmente para ser una reina, tenía las condiciones innatas desde el día en que la había conocido. No venía de una familia de elite ni mucho menos, era una simple estudiante de bachillerato de lengua inglesa cuando se conocieron. Luego de casarse y de tener a Europa, sus dotes reales aparecieron, a pesar de no saber nada de la realeza, los protocolos los tenía incorporados en su mente como si fuera obra de magia, a esa altura la prensa y el pueblo Europeo ya la adoraba. 

-¡vengan niños!- gritó Clarisse desde dentro del palacio. De mala Aspen fue el primero en entrar sacudiéndose la ropa, sus otros dos hermanos lo siguieron de inmediato, así funcionaban. A pesar de tener sólo cinco años, cada uno tenía una personalidad distinta pero los tres juntos eran el complemento más perfecto que había. Paxton era el más inquieto de todos, se la pasaba todo el día buscando bichos por el patio del palacio real. Adelaida por otra parte, lo cuestionaba todo, desde las acciones de sus hermanos hasta preguntarse porqué el cielo es azul. Y luego estaba Aspen, era el más tranquilo y sensible de los tres.

A la reina Chloe casi le da un infarto una vez más al ver que entraban al palacio con las zapatillas llenas de barro -¡quítense los zapatos!- gritó Europa desde la sala de estar dónde se encontraba junto a Denver escuchando un cuento sentados en las piernas de su padre. A pesar de que Denver parecía estar inmerso completamente en la historia, su hermana mayor estaba pendiente de todo lo que estaba sucediendo al rededor de ella. 

Ninguno de ellos le hizo caso, simplemente se sentaron en una pequeña mesa acomodada para ellos pero que ya les estaba quedando chica y comenzaron a comer los snacks que su madre les había preparado. Intentaba comer a toda velocidad para volver a salir antes de que él sol se escondiera.

El verlos a los tres sanos y felices le llenaba el corazón de amor a Clarisse, simplemente cogió una cuarta silla pequeña y se sentó a contemplarlos. Desde que se había enterado que eran trillizos las teorías y profecías no la dejaban dormir, y a pesar de que no creía en ellas en lo absoluto, supo desde el día número uno que la conexión que tenían era algo fuera de lo común. Hace más de cincuenta años, la plebeya que se casó con el rey de América venía de una familia dónde nacían trillizos cada generación por medio, por lo que le tocaba a sus hijos serlo, todo el mundo en aquella época esperaba expectante a que concibiera, finalmente tuvo diez hijos, ninguno de ellos trillizos ni siquiera mellizos. Por alguna razón ninguna familia real podía concebir a más de un bebé al mismo tiempo, eso hasta Clarisse. A pesara de todo siempre pensó que simplemente era y sería para siempre un misterio sin resolver. 

Luego de comer y con la ayuda de su esposo los llevaron a su cuarto en el segundo piso. Les sacaron sus ropas llenas de barro y con la ayuda de la Gina, la chica que estaba a cargo de los pequeños, los metieron a los tres juntos a la gran tina de baño mientras seguían pidiendo bajar a seguir jugando. Mientras intentaban lavarles el cabello no dejaban de lanzarse agua, por lo que luego de varios intentos y meses de experiencia, tenían trajes de agua impermeables para utilizarlos en baño. A medida que pasaba el tiempo comenzaban a cansarse y la lucha con agua decaía, por lo que los sacaron justo antes de que se quedaran dormidos. Gina salió con los dos pequeños en sus brazos mientras Clarisse sacaba a Adelaida. Cuando todos tenían la misma ropa y pequeñas toallas envueltas en sus cabezas se veían  idénticos, los tres tenían exactamente los mismos ojos azules grandes y cálidos.

Gina sacó sus pijamas del mueble y rápidamente procedieron a secarlos y acostarlos rápidamente. 

-¿mamá?- dijo Paxton mientras su padre entraba al cuarto justo a tiempo para darles el beso de buenas noches- ¿no deberíamos irnos ahora?- Los tres adultos se miraron extrañados pero no demasiado, siempre que estaba quedandose dormido comenzaba a hablar cosas sin sentido. 

-estamos en casa hijo- dijo ella acariciando su cabello y él simplemente se acomodó con su mantita. Mientras Adelaida ya dormía plácidamente Aspen le pidió a su padre su peluche de conejito con el que llevaba meses obsesionado. 

-yo iré- dijo Clarisse mientras Gina terminaba de ordenar sus ropas recién limpias en el mueble y su padre simplemente miraba por la ventana, la luna llena que ya había aparecido en el cielo. Bajó rápidamente al salón central dónde recordaba haberlo visto por última vez, y se encontró con Denver a medio dormirse sobre el sofá de la sala- ¿vamos a dormir?- le preguntó y el pequeño asintió abrazando al conejito de su hermano. Clarisse tomó una bocanada de aire antes de cargarlo, los últimos meses había estado creciendo a toda velocidad.

-¿Europa tienes sueño?- preguntó su madre mientras le daba un beso en la cabeza a su hija. La niña aún ojeando el libro que le estaba leyendo su padre anteriormente, negó con la cabeza absolutamente concentrada.

De pronto un estruendo hizo vibrar toda la casa. 

Escuchó el vidrio caer. Rápidamente todos los guardias comenzaron a correr rumbo a la escalera principal. Tenía un mal presentimiento.

Al escuchar el primer disparo en el piso superior, Clarisse afirmó a su hijo y comenzó a subir a toda velocidad mientras el sonido de su corazón en sus oídos anulaba cualquier ruido exterior.

Simplemente se desplomó sobre sus rodillas al llegar arriba.



NormanbyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora