III

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Décadas atrás...

Entre la oscuridad de la noche los rápidos pasos del azabache se abrían paso hacia su presa.

Su corazón latía desbocado y el sudor se escurría por su frente ante nerviosismo presente oprimiendo su pecho, dando aquel hormigueo en la palma de sus manos mientras escuchaba aquella risa como eco torturandolo, suave y dulce.

Corría con el corazón desbocado sintiéndolo en la garganta como si su vida dependiera de ello sin saber bien que era lo que perseguia pero cuando llegaba al punto de donde venía aquel placentero sonido siempre era lo mismo: nada, solo los grillos y algún animal nocturno, un par de simples búhos que lo observaban burlones de su palidez creciente por aquella sensación escabrosa rozándole la espalda.

― ¡¿Dónde estás?! ¿regresaste? ¡Por favor si es así déjame ver tu cara!... por favor. Ya no me tortures, estás jugando conmigo ¿Verdad? ¡Quiero verte!― rogó preocupado, casi como un loco hasta que el llanto se volvió una inquietante risa.

 Ya no me tortures, estás jugando conmigo ¿Verdad? ¡Quiero verte!― rogó preocupado, casi como un loco hasta que el llanto se volvió una inquietante risa

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Como polillas ante la luz, como creyentes y pecadores ante una dulce diosa. Así era como aquellos hombres rodeaban a Shinobu ahora. Sus movimientos delicados y suaves hacían que incluso su acosador amante acabe embobado mientras ella hablaba con naturalidad y esa sonrisa filuda en sus labios.

A simple vista contar anécdotas de cómo fue grabar canciones y películas no parecía escabroso como lo pintaban, era simple siempre y cuando uno se mantuviera mirando de lejos, centrándose en los flashes de las cámaras...

Sin embargo esas cámaras estaban contratadas solo para mostrar la luz y el brillo superficiales, si uno miraba con detenimiento lo turbio se escondía en los lugares más obvios, una extraña frialdad oscura se sentía posarse en los hombros del azabache cuando su mirada se cruzaba con la de Shinobu, quien por muy dulce expresión que regalara su risa escondía algo peligroso, aún se oía triste y casi resentida en el profundo odio ¿Pero hacía quién? ¿Douma también renació allí? Era él o Kyojuro a quien se refería la gente murmurando a sus alrededores al mirarlos. Dicho acto de por si le daba un desagradable sabor de boca y la duda solo lo hacía más amargo.

Quería quitar esa sensación extraña, deseaba volver a la sensación hipnotizante de encanto dulce que experimentaba estando con Shinobu, lo único que podía hacer por el momento era estudiarla.

Su piel era demasiado pálida y su sonrisa inestable, falsa mientras que su lenguaje corporal se mostraba arisco a sus nuevos admiradores, pero no era lo único perturbador allí.

Trató  de desviar la vista a los demás elementos alrededor, aquella fiesta tenía un brillo y glamour propios, el derroche de dinero  y excesos era claro, el calor de la lujuria se manifestaba en varios invitados que jugaban con copas de champagne con un poco de oro real en ellas mientras jugaban entre dos o más amantes, entre risas ligeras y la música de la orquesta de fondo con sus afinados violines.

𝘌𝘯 𝘭𝘢 𝘊𝘢í𝘥𝘢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora