Cabreado, no alcanzaba a describir cómo se sentía. Entre los medimagos incompetentes, el Wizengamot presionando una reforma para la oficina de aurores, la posible reducción de ingresos para sostener la contratación de nuevos reclutas, sus hijos cada vez más alejados, Lily cada día más enferma, y toda la mierda que no quería ni empezar a describir con los Weasley. Estaba al borde del colapso.
Fue quizás por eso que todos los aurores se alejaban mientras él pasaba por el largo pasillo rumbo a su oficina, fingiendo estar demasiado ocupados para incluso levantar la cabeza de sus asignaciones. Las suaves charlas eran incluso escasas haciendo que cada una de ellas resaltara entre los gritos y regaños por informes mal redactados, datos impertinentes, o detecciones ineficaces.
–¿Y cómo te ganaste una multa?– pregunto entre resoplidos a su compañero de escritorio. El día había sido un asco después de verse envueltos en el papeleo de una riña en el Callejón Diagon con el jefe gritando un asesinato por su demora en la nimiedad.
Se llevo ambas manos a la cara, después de una semana aún seguía durmiendo en el sofá cortesía de su esposa, así que a su parecer la multa era el menor de los problemas de aquel día. –Utilización del floo de los aurores para emergencias en San Mungo en un día que estaba de civil y con mi hijo no autorizado– menciono con pesar, después del accidente se había hecho experto en hechizos de acolchado, nunca en la vida iba a volver a pasar por el mismo susto.
–¿Y no podías simplemente aparecerte con el mini-hombrecito en admisiones de San Mungo? – indago mientras seguía enumerando los testigos de asalto entre los 2 comerciantes.
La risa sin gracia fue suficiente respuesta. –Te falta tener un hijo para saber que si está llorando en tus brazos y herido no tienes mente para pensar. Simplemente actúe por instinto, Malfoy ha sido su sanador desde antes de nacer. Así que lo lleve a su consultorio– declaro estremeciéndose ante el recuerdo.
El ceño fruncido y el mutismo fue lo primero que entorpeció la charla, –simplemente no sé cómo puedes confiar en un maldito Mortífago para cuidar a tu hijo, es que...– su diatriba fue interrumpida por la bola de papel impactada en su cabeza.
–Solo cierra la boca, no es como que estemos hablando de Lucius Malfoy. Draco ha sido nada menos que un excelente sanador desde que lo conozco, le debo la vida de mi hijo y mi esposa. Y esas son cosas que nunca podré pagarle– declaro sin vergüenza.
El grito atronador que salió de la oficina principal acabo de silenciar la conversación, dejándolos sumidos en los tediosos informes.
Una carpeta descansaba en su escritorio de caoba, la imagen en movimiento relataba una y otra vez la mirada cansada de un adolescente al que la guerra le había pasado una enorme factura. La cara pálida y larguirucha, tenía un rictus de dolor y miedo tan profundo que era imposible reconciliarlo con el niño molesto y burlón de sus primeros años. Tenía demasiado en sus manos sin embargo siempre fue difícil matar las viejas costumbres. Y después de enterarse que Malfoy paso de ser un odioso purista a un sanador, simplemente tenía que investigar esa anomalía. El archivo era por si mismo un vestigio de una guerra que el mundo se esforzaba por barrer debajo de las alfombras Los allanamientos de la propiedad, y las múltiples investigaciones abiertas contra los crímenes, junto a sus respectivos castigos penales o comunitarios estaban confiscadas allí. También como parte de la libertad condicional Malfoy estaba obligado a registrarse con su auror de libertad cada cierto tiempo, para comprobar el cumplimiento de los términos. Los últimos párrafos certificaban los trámites burocráticos que tuvo que atravesar para poder abrir su consultorio como sanador, mismos que databan de 4 años antes pero que apenas se aprobaron hace 1 año y medio.
Una semana fue lo que gasto en su pequeña obsesión de la adolescencia, nadie podría culparlo Malfoy siempre tramo sus pasos, así que si pensó que su extraña carrera era una tapadera era algo que el propio rubio se buscó. Lástima para su caso de distracción momentánea que en lo que refería a pacientes pasados y actuales del consultorio de Malfoy todos solo tenía maravillas que decir sobre el rubio.
Era extraño conjugar todas esas descripciones con el Malfoy que conocía, la ferocidad de la defensa de algunas personas, el sincero agradecimiento en sus palabras, la familiaridad y afecto con la que hablaban sobre alguien que por años fue evasivo, burlón, bully, vicioso, cobarde y prejuicioso. Era algo que iba más allá de su entendimiento.
Todo lo dejaba con un sin sabor en la boca. Si Malfoy era tan buen medimago como decían, ¿por qué San Mungo no lo había involucrado en la atención de Lily?
Fue con los nervios crispados por una nueva recaída de Liliy, que arribó al pintoresco consultorio infantil. La recepcionista se tardó unos minutos en ponerse al día con su presencia. Dándole chance de aporrear la puerta tras la que estaba su excompañero. –¿Señor Potter? ¡Espere Señor Potter el Sanador Draco esta con un paciente! – mencionó alterada saliendo detrás del escritorio. –Si usted me espera le informaré al sanador que lo necesita, ¿dígame cuál es el asunto? – sugirió asustada viendo como las madres cargaban a sus hijos y algunas incluso salían del consultorio, nadie con sentido común se quedaría ante la ira del salvador del mundo mágico.
El llanto de los más pequeños empezó como el coro que rodea el caos. Amplificado los hipos, las quejas y las lágrimas del grupo de niños que esperaba junto a su familia su turno.
El tempestuoso lugar, eclipso la puerta que se abrió junto al hombre furioso que emergió de ella. –¿Potter? – escupió con toda la rabia que no podía contener. –En nombre la barba de Merlín dime, ¿qué crees que estás haciendo, irrumpiendo así? No he hecho nada para merecer este humillante trato, así que no me importa si eres el auror en jefe o el ministro de Magia, muéstrame la orden de allanamiento o retiraré– demandó lívido, paso 10 años siguiendo la ley, agachando la cabeza, reconociendo su culpa, limpiando su nombre. En ninguna circunstancia merecía tener al salvador San Potter restregándole en la cara su autoridad, violentando su lugar de trabajo, asustando a sus pacientes.
La mirada que alguna vez fue un majestuoso verde iridiscente era ahora una triste y tempestuosa tormenta.
–Malfoy necesitamos hablar– fue lo único que pronunció antes de irrumpir en su consultorio.
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Han pasado 2000 años, pero regrese.
Ya volví a conseguir trabajo así que lento pero seguro actualizo (?
Gracias por leer ❤
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El dragón de Lily
FanfictionDespués de una vida caótica lo único que Harry deseaba era paz, sin embargo, a sus 28 años se ve más solo que nunca; con su vida cayendo a pedazos, lleva a cuestas un matrimonio fallido, 2 bebés que no han vuelto a sonreír, y su pequeña Lily interna...