EMMA
Le hago caso y la sigo. Entramos y nos da la bienvenida un hombre muy cortés que parece ser el mayordomo de la casa. La escalera por la que subimos es imponente, me imagino bajando con música de fondo y un vestido soñado de color rojo, al llegar arriba me encuentro con un pasillo que parece no tener fin. Una voz serena interrumpe mis pensamientos, es una señora de unos setenta años de edad, lleva puesto un vestido blanco holgado con pequeños detalles florales, lo que se lleva toda mi atención es su sombrero extravagante decorado plumas y perlas.
— Por favor acompáñeme señorita — dice la señora con un tono agradable.
Me dirijo hacia a lo que creo que será mi hogar temporal.
Al entrar veo una habitación pequeña de color blanco, la humedad consume lentamente las paredes, solo hay un colchón y un armario con unos pijamas que parecen no haber sido usados en décadas, creo que el glamour se les olvido en la decoración de las habitaciones. La puerta se cierra de un portazo, asustada me doy vuelta y corro hasta la puerta, no logro abrirla, estoy aterrada, después de varios intentos me doy por vencida.
Me recuesto en la cama, tanto lujo, amabilidad y vestidos increíbles me hicieron olvidar la realidad por completo. Estoy agobiada, aun tengo esperanzas de que allá sido un error y que lo están solucionando. Intentando despejar mi mente me acerco a una pequeña ventana que hay en una esquina de la habitación, que por supuesto no se puede abrir ni romper, el paisaje es desolado, solo veo tumbas y calabazas, mi atención se desvía por completo por un grupo de mujeres vestidas de negro a la distancia.
Oigo unos tacones acerarse cada vez mas, debería darme vuelta pero me quedo cautivada por aquellas chicas, el ruido se detiene y escucho la puerta abrirse, me toma por sorpresa, es ella, la chica de la entrada.
— Perdón, no quería traicionarte de esa manera.
Aunque muero por saber que pasa no le respondo. —Toma asiento en mi colchón y me mira fijamente – esa mirada, me parte en dos, se nota que no es mala, me siento culpable y tras pensarlo unos minutos acepto sus disculpas.
—¿Segura? — insiste.
— Si — mi voz suena relajada, pero en realidad estoy enojada por dentro.
Vuelvo a intentar sacarle información sobre este lugar, ladea su cabeza y ahora sus ojos marrones me miran fijo.
— Este lugar se especializa en darle un hogar a las mujeres que necesitan ayuda.
Estoy confundida, me quedo en completo silencio. ¿Qué estoy haciendo acá si yo estaba bien en mi hogar?
— Se que ahora es confuso — se acomoda en el colchón cada vez mas cerca de mi.
— Pero ya lo vas a... —a medida que la frase se acerca al final va perdiendo fuerza, se da por vencida.
Al no recibir respuesta alguna de mi parte, se va lentamente, se nota que no quería hacerlo.
Dos días después...
En esta habitación que ya comienza a parecer a una celda el tiempo no avanza. Después del atardecer, el lugar se vuelve oscuro, me aterra. Y luego amanece, pero todo sigue igual. Si mi memoria no me falla estoy acá desde hace tres días. La comida es un asco, me rehúso a comerla siempre que me la traen, además de que siempre es lo mismo. Pienso todo el tiempo en lo preocupado que debe estar papá y Oliver, los extraño tanto, odio preocuparlos.
De repente, otra vez oigo ese repiqueteo de tacones subiendo las escaleras, al contrario de la primera vez estoy deseando que sea ella. La puerta se abre y la veo.
— Volviste —exclamo mas entusiasmada de lo normal.
— ¿Por qué estas acá? — digo firme.
— Porque es la hora de la cena.
— Okey — hago una pausa — pero, en realidad, preguntaba por que estas en el centro de ayuda, quien te hizo daño.
— No puedo decírtelo.
Se acomoda en mi cama que esta desecha porque me levante hace un rato y se acerca cada vez mas a mi, me siento incomoda, espero que no allá interpretado mal mis comentarios. Sus brazos me rodean y un abrazo me sorprende, me quedo helada.
— ¿Qué ocurre?
— Nada — creo que ella no recuerda que estoy secuestrada por su culpa y que además nos "conocemos" hace tres días.
Se levanta y se va rápidamente, tal vez me siento culpable pero no me olvido de lo que paso.
No recuerdo haber tenido este sentimiento antes. Todo lo que sucedió desde la muerte de mamá en adelante, fue negativo. sin embargo, algo dentro de mi se siente como en casa, la oscuridad que recorre la casa me relaja.
Me doy la vuelta y quedo de espaldas a la puerta. Esta a punto de terminar el día y no avance en nada. Estoy inquieta. Tomo asiento en la cama y me ato el pelo. Me acerco hasta el lava manos y me mojo el rostro, levanto la vista y ahí me veo, desolada. Esta habitación al igual que la casa parecen ser antiguas, a pesar de que fuera de la celda esta muy bien mantenido hay algunos detalles como por ejemplo los paneles del suelo levemente levantados delatan la edad de la misma.
La puerta abrirse me sorprende, es una chica nueva, tiene puesto un vestido color marrón que es increíble, no es mi estilo pero a ella le queda perfecto.
— Estofado de ternera — menciona.
— Que asco.
— Siempre esta la opción de dejarlo — se da media vuelta, se esta por ir pero la interrumpo.
— No quiero generar problemas.
— ¿Es porque queres huir?
— No, la verdad prefiero estar acá antes que afuera con la helada. Además me siento bastante bien.
— Aprovecha el beneficio, no todos se sienten bien encarcelados. Otra vez se esta por ir.
— ¿Te capturaron... a vos? — Siento que abuse de la nula confianza.
— No. Vine por decisión propia.
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Malos presagios
FantasíaLuego de unos repetitivos sueños, Emma decide encontrar respuestas, en el camino, tendrá que enfrentarse a obstáculos que le imponen personas que no quieren que la verdad salga a la luz. El lado sur de la ciudad está lleno de criaturas del más allá...