Capítulo 11

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El lunes desperté antes de que la melodía de Un Día de Mierda de Sidonie se expandiera por la habitación e interrumpiera de forma abrupta mi descanso, descanso que, durante toda la noche, había sido inquieto e intermitente

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El lunes desperté antes de que la melodía de Un Día de Mierda de Sidonie se expandiera por la habitación e interrumpiera de forma abrupta mi descanso, descanso que, durante toda la noche, había sido inquieto e intermitente. Vaya, que dormí fatal. ¿La razón? Lo segura que estaba de que esa mañana tropezaría con McFadden por los pasillos del instituto y coincidiría con él en más de una clase. Una angustia abrasadora se instaló en mi pecho e impidió que mi cuerpo y mente se rindieran y cayeran en los brazos de Morfeo.

Esa mañana, de no haber sido por la insistencia de mi madre, seguramente me hubiese ido al instituto con el estómago vacío, pero me vi obligada a engullir un café con leche y medio donut de chocolate que perdió toda su dulzura y me supo más amargo que nunca.

De camino a clase en la furgoneta de las Pink Ladies, apenas abrí la boca. Noelia, como siempre, llevó la voz cantante en la conversación, y Josh, también como siempre, se dedicó a buscarle las cosquillas. Samara, como siempre, fue nuestra conductora, y también como siempre, Adriana y ella no dejaron de hacer manitas porque estaban tan asquerosamente enamoradas que eran incapaces de estar más de cinco minutos sin tocarse.

Al llegar, después de que Samara aparcara la furgoneta en el último sitio libre que quedaba en el aparcamiento del instituto, ninguno nos movimos. Los cuatro pares de ojos de mis amigos se posaron, preocupados, sobre mí.

—Si ese cabrón se acerca a menos de un centímetro de ti, le arranco los huevos —declaró Noelia.

Josh resopló.

—Ya das por hecho que está aquí.

—¿Te recuerdo que Aury coincidió con él en...?

—Eso no quiere decir nada. Puede que solo estuviera aquí de visita.

—Eres demasiado optimista.

—Y vosotras demasiado catastróficas.

—Bueno, ¿y qué pasa si está aquí, eh?

—De ser ese el caso, yo mismo me encargaré de dejarle claras unas cuantas cosas. Nadie va a hacerle nada a Aury.

—No soy yo quien me preocupa, sino Ryan —intervine; mi voz sonó terriblemente aguda.

—Ryan que se las apañe.

—Josh —lo amonestó Adriana.

Josh bufó, irritado, pero al ver mi cara su expresión mutó a una arrepentida que me pareció bastante sincera.

—Lo siento, ¿vale? Perdón.

—Entierra el hacha de guerra al menos por un día —le pidió Samara—. Después de lo sucedido el sábado yo también estoy preocupada por Ryan, y eso que ni siquiera es mi amigo. Pero tengo empatía, y lo que ese cabrón les hizo pasar a él y a Aury en el colegio me duele y me cabrea. No quiero ni imaginar lo que debe de ser para ellos tener de regreso a esta persona en sus vidas.

EPIFANÍA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora