Capítulo 12

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El festival anual de primavera se celebraba siempre en abril, y el concurso de cometas era la atracción principal

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El festival anual de primavera se celebraba siempre en abril, y el concurso de cometas era la atracción principal. La fecha nunca era la misma, pues la elección del día dependía de que las condiciones meteorológicas fuesen las más idóneas para la celebración del evento, y siempre se anunciaba con una semana de antelación.

El día del festival mis padres y yo siempre nos desplazábamos en autobús hasta Alison Beach, la playa donde normalmente se celebraba y una de las más conocidas de Laguna Beach, sobre todo para aquellos que practicaban skimboard, pues sabíamos que aparcar el coche en el aparcamiento que había al lado era misión imposible.

Noelia nos estaba esperando justamente en el aparcamiento, cargando con una cometa pequeña y colorida. Junto a ella se encontraba Javier, su hermano de nueve años, quien nos dedicó una mirada furibunda antes de decir:

—Llegáis tarde.

—Javier —lo regañó su hermana.

—Llevamos esperando dieciséis minutos y treinta y cinco segundos —añadió el niño, dando unos toquecitos a su reloj de pulsera.

Me mordí la lengua intentando aguantar la risa. Siempre que estaba cerca del hermano pequeño de Noelia, oleadas y oleadas de risas acudían a mi garganta. Era divertido ver a un niño de su edad comportándose como un anciano amargado con la vida, como una versión en miniatura del señor Scrooge. A su lado Noelia parecía la revoltosa hermana pequeña.

—Javier, eres un pelma.

El niño miró a su hermana con una expresión en el rostro que no reflejaba ninguna emoción.

—Podré ser todo lo pelma que quieras, pero al menos no soy impuntual.

—Lo siento, es insufrible —les dijo Noelia a mis padres, quienes miraban al niño con diversión.

—No te preocupes, el chaval tiene razón —contestó mi padre, y mi madre asintió de acuerdo.

—Por supuesto que la tengo. —Fue la altiva respuesta de Javier.

—¿Vamos? —propuso Noelia, señalando con la cabeza a la playa.

—Sí, que a este paso se va a hacer de noche y ni siquiera habré podido hacer volar mi cometa —gruñó Javier, arrebatándole la cometa a su hermana.

—Deja ya de quejarte, pesado —le dijo Noelia, y acompañó sus palabras dándole un capón que hizo que Javier se pusiera rojo del enfado. Asesinó a su hermana con la mirada, mirada que era del mismo tono de gris que la de ella, y la señaló con el dedo índice.

—Si vuelves a tocarme, te denuncio.

Pronunciada su amenaza, se dio la vuelta y cometa en mano se unió a la fiesta, dejando a su hermana con la boca abierta. Noelia, visiblemente agotada por el intercambio verbal con un cerebro que estaba a años luz del nuestro, se giró y nos miró suplicante.

EPIFANÍA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora