Capítulo 44

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Llamé a la puerta de la habitación de Bogdan golpeando suavemente la madera con los nudillos y esperé a que me diera permiso para entrar. Cuando me indicó que pasara, la abrí y entré. Su dormitorio destacaba por dos cosas: el minimalismo y el orden. Las paredes, pintadas de blanco, estaban prácticamente vacías, igual que las dos estanterías oscuras que había junto a la puerta, donde había algunos trofeos, libros y un par de marcos de fotos, pero en las que abundaban los espacios vacíos. En el escritorio, que estaba situado a la derecha de la cama, solo había un ordenador, una lámpara de estudio, tres archivadores negros y un organizador de escritorio a rebosar de material escolar. No había nada que no estuviera en su sitio. Hasta las zapatillas de estar por casa estaban colocadas de forma perfecta sobre una de las mullidas alfombras que había a cada lado de la cama, que, para variar, también estaban colocadas perfectamente.

Si yo ya me consideraba un amante del orden, lo de Bogdan aún iba más allá.

Encontré a mi amigo estirado en la cama con un pijama a cuadros grises y negros, jugando a Mario Kart. Se incorporó, apoyó la espalda en el cabecero y me invitó a que me sentara a su lado. Me paré delante de la cama y lo miré en silencio durante unos segundos.

—Por si te sirve de consuelo, el morado del ojo te da un aspecto de chico malo y misterioso que volverá locas a las chicas.

Un músculo se tensó en su mandíbula.

—Prefiero parpadear sin que me duela y no asustarme cada vez que me miro al espejo, a tener éxito entre el sector femenino. Que, a propósito de esto último, dudo mucho que a nadie le resulte atractivo un imbécil con el ojo así. Pero, en cualquier caso, ahora mismo no puede importarme menos que las chicas me encuentren deseable.

—Bueno, ya que tienes la cara así, podrías aprovechar para sacarle provecho. Ahora que vuelves a estar soltero, ligar volverá a formar parte de tus preocupaciones.

—¿Igual que forma parte de las tuyas? —replicó—. Llevas casi tres meses soltero y aún no te he visto con ninguna chica. —Arqueó las cejas y esbozó una sonrisa ladeada—. Supongo que se debe a que solo hay una chica con la que quieres estar. ¿Me equivoco?

Puse los ojos en blanco cuando empezó a reírse. Pasé de responderle —total, él ya sabía que la respuesta era afirmativa— y me senté a su lado. Le arrebaté el mando de la Switch e inicié una nueva partida en el modo multijugador en línea. Al final acabamos jugando los dos juntos, cada uno con un mando, mientras comentábamos lo sucedido tras la ruptura con Dakota y las consecuencias que esto había traído consigo.

EPIFANÍA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora