Capítulo 18

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La última semana de clase se me hizo eterna, principalmente porque huir de alguien todo el rato es agotador

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La última semana de clase se me hizo eterna, principalmente porque huir de alguien todo el rato es agotador. Ryan quería que lo perdonara, e iba a conseguirlo costara lo que costara. Porque si algo era mi amigo, es persistente y decidido. Cuando algo se le metía en la cabeza iba a por ello hasta el final. Por desgracia para él, yo no estaba por la labor de perdonarlo.

No me consideraba una persona rencorosa, al menos no en exceso, porque no podía evitar guardarles rencor a mis antiguos compañeros de colegio, esos que nunca me quisieron en su grupo y que además nos hicieron la vida imposible a Ryan y a mí. Pero en esa situación en concreto, cuando pensaba en dar mi brazo a torcer y brindarle un perdón a Ryan que en el fondo sabía que no se merecía, algo me echaba para atrás. Llamémosle rencor, dolor... o agotamiento.

Estaba agotada, agotada de seguir aguantando los cimientos de un edificio en ruinas que hacía años que amenazaba con desplomarse. El amor que sentía por Ryan, tan puro, tan intenso, me había dado las fuerzas necesarias para no darme por vencida, para seguir manteniendo la esperanza viva, intacta. Pero todo en esta vida tiene un límite, y Ryan, con sus acciones y decisiones, había consumido esas fuerzas extras que el amor me había regalado. El vaso no solo se había desbordado, se había resquebrajado por completo.

Esos últimos cinco días de clase hice todo lo posible por cruzarme lo justo con él. En las clases que teníamos juntos, que por suerte no eran muchas, no me quedó más remedio que verlo, sin embargo, me senté lo más lejos posible de él, rompiendo con esa tradición de sentarme siempre delante suyo. Antes de que el timbre sonara yo ya había recogido todas mis cosas y abandonaba el aula escopeteada. Evité a toda costa la cafetería, y a la hora del almuerzo arrastré a mis amigas hasta el campo de fútbol, concretamente debajo de las gradas, donde al tercer día sorprendimos a una pareja a punto de mantener relaciones sexuales. Los amantes se largaron de allí echando pestes, farfullando sobre lo oportunas que éramos, pero me importó un comino. En clase de Química Heather trató de hacer de mediadora entre su novio y yo e intentó convencerme para que hablara con él. Sobra decir que no consiguió su propósito y acabó desistiendo; en aquel momento agradecí mi cabezonería.

El viernes por fin llegó, y con él el tan esperado baile de graduación. Salvo Adriana y Samara, que eran pareja y obviamente irían juntas, Noelia, Josh y yo no teníamos pareja, así de tristes eran nuestras vidas, por lo que decidimos ir juntos. Sabía que al menos a Josh no podía resbalarle más el hecho de no tener pareja para el baile, pero porque Josh era así: se la sudaba todo. Noelia y yo, por el contrario, nos sentíamos unas desgraciadas de primera categoría. Era triste pararse a pensar en que de los mil alumnos que estudiaban en el centro, de los que aproximadamente la mitad eran chicos, ninguno había pensado en nosotras para ir al baile. No obstante, aunque algún chico nos lo hubiese pedido, ninguna nos hubiésemos sentido del todo satisfechas, porque había dos chicos en concreto con los que deseábamos ir, pero ambos tenían novia y por supuesto irían con ellas.

—Nuestro penúltimo baile de graduación, señoras —anunció Noelia cuando nos hubimos bajado todas de la furgoneta—. El año que viene por estas fechas nos estaremos graduando y despidiendo de este lugar.

EPIFANÍA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora