Me detengo ante ese nombre, ¿Cómo lo conoce Trevor? A lo mejor solo lo he entendido mal, después de todo, estaba soñando con él, es mejor hacerme la loca no vaya a ser que meta la pata.
–¿Quién? –digo en tono somnoliento.
–Aiden, no hacías nada más que susurrar su nombre mientras te removías inquieta en el sofá, por eso te desperté –mierda, pues si he dicho su nombre en voz alta.
–Aiden es mi jefe de sección –digo las palabras con cuidado, fingiendo tono despreocupado.
–No me has hablado de él –en su mirada noto una chispa de celos.
–Tampoco es alguien importante en mi vida como para hablarte de él constantemente, ayer hizo el favor de acercarme a casa porque mi coche no arrancaba –estoy sacando los pies de la manta y poniéndome las zapatillas mientras lo oigo respirar profundamente, se ha cabreado, ni siquiera sé por qué.
–Lo suficiente para que sueñes con él por lo que veo –lo dice de malas formas, no sé si me molesta lo que ha dicho o porque creo que me duele que tenga razón.
–No, no lo es, si hubieras estado anoche aquí en vez de estar emborrachándote sabrías quién es, te lo habría presentado con mucho gusto, por cierto, que sepas que hoy duermes en el maldito sofá.
Me mira ojiplático, yo lo ignoro y me voy a la habitación echa una furia, cierro la puerta de un portazo, corro el pestillo, suspiro, me acerco a la cama, me siento y lloro en silencio mientras miro por la ventana, no sé a qué está jugando Aiden, pero se está metiendo bajo mi piel sin que yo quiera y es totalmente una locura porque solo lo conozco de dos días y en ellos ha logrado que le deje besarme en dos ocasiones y que le pegue el bofetón de su vida, no pienso echar por tierra la relación con Trevor por un niño de mama que se divierte cada día con una distinta, ni aunque él se comporte de manera rara conmigo, suspiro, me tumbo y miro hacia el techo de la habitación, extiendo los brazos por la cama, acaricio el edredón blanco, quiero que mi vida vuelva a su monotonía. El ruido del despertador me sorprende, cojo las cosas y me meto en el baño de la habitación, me ducho, dejo que el agua caliente se lleve los problemas, que desaparezcan por el desagüe. Miro mi armario buscando que ponerme, decido ponerme una falda de lápiz negra, también cojo una blusa roja de media manga con escote, quiero que cuando salga de la habitación a Trevor se le caiga la baba, que se arrepienta de haberme rechazado anoche y haberme echo enfadar, acabo de maquillarme y salgo por la puerta, escucho que está en la cocina, camino con paso decidido sobre mis tacones negros, llego a la cocina y el me examina buscando una señal que le diga de que humor me he levantado hoy, voy directa hacia la cafetera, me sirvo un café recreándome un poco.
–Buenos días Clara, estas guapísima –sé que está sonriendo de medio lado.
–¿Eso significa que nunca lo estoy? –quiero hacerlo sufrir un poco más, para que la próxima vez piense las cosas dos veces antes de decirlas.
–Bandera blanca, me rindo, vengo en son de paz, anoche me pase, lo siento, es absurdo ponerme celoso de un tío que ni siquiera conozco, por cierto, si, lo estas siempre, hasta cuando llevas ese pijama de panda –me abraza por detrás y yo sonrío.
–Admítelo, te pone verme con él.
–Me gusta más quitártelo –ríe, por fin me siento bien con él, en sintonía.
–¿A si? Pues ya sé que ponerme esta noche... –me doy la vuelta entre sus manos, le paso mis brazos por el cuello, se pone tenso y no entiendo por qué.
–Bueno peque, me tengo que ir yendo –me da un beso rápido en los labios, se libera de mí y se va por la puerta.
Me quedo allí más fría que el café que he dejado en mi taza hace unos minutos, ¿Qué diablos pasa aquí? Cada vez entiendo menos a los hombres. Cuando llego al trabajo, en el parking no veo el Volkswagen, suspiro, pero no sé muy bien si de alegría o pena, en el fondo, aunque no quiera admitirlo, quería que viera lo guapa que me he puesto hoy, para restregarle en su cara lo que no puede tener. La mañana pasa tranquila sin ninguna visita inesperada, mi cabeza no hace nada más que darle vueltas a la actitud de Trevor, parece que me rehúye cada vez que quiero sexo con él, alguien me saca del rumbo que están tomando mis pensamientos.
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Memorias de Cristal
Roman d'amourClara una joven decidida y con toda su vida planeada, se traslada desde España a Nueva York con su pareja Trevor, cuando le ofrecen el trabajo de sus sueños. En esa empresa conocerá a Aiden, un muchacho rubio de ojos azules que desprende sexualidad...