"And I'm thinking: Damn, if these walls could talk Well, they'd be like
Shit is crazy right?"
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
- Su majestad, han llegado
- Hazlos pasar
- ¡Presentando a su alteza el rey Kawata, y sus hijos, los príncipes Souta y Nahoya!
Cruzando con tranquilidad el portal de cristal del enorme castillo victoriano, aparecieron las tres siluetas que habían sido citadas para discutir ciertos asuntos que en reuniones anteriores no habían podido ser concluidos del todo, ambos reinos querían unificarse para preservar la paz entre sus ciudadanos previniendo futuras guerras ya fuese entre ellos o los territorios vecinos
Los pasos resonaban en el pulido suelo de mármol, el eco de las blancas y pulcras paredes imponía su presencia, con su ya típica e imperturbable sonrisa, saludó el príncipe mayor
- Rey Haitani, es un placer que nos reciba en su hermoso palacio de nuevo -habló haciendo una reverencia
La rutina había sido la misma durante un par de años, solían llegar en son de paz a la enorme construcción datada de años en el reino, saludar cordialmente a los habitantes para mantener la fachada de visitantes por cuestiones políticas, y sentarse en el enorme comedor a degustar un fino almuerzo en silencio; el verdadero tormento comenzaba cuando se levantaban para ir al salón donde tomaba lugar la discusión de ambos reyes, hombres testarudos que al parecer no cederían jamás a las propuestas del otro
- ¡Tú tienes el manantial que abastece a la mitad de mi reino, no puedes cortar el suministro así como así! -exclamó molesto el rey Haitani
- Bueno, no me vería en la necesidad de hacerlo si tú no estuvieras buscando en otro reino alguien con quien casar a tu hijo mayor -replicó con una sonrisa forzada el rey Kawata, Nahoya había heredado ese rasgo de él, siempre sonriendo ocultando sus verdaderas intenciones
- Tú no tienes hijas, es necesario para preservar mi linaje
- Bien podría ofrecerte a una doncella de mi reino, estás cometiendo una falta imperdonable a nuestra alianza -sugirió el padre de los gemelos
- ¡No casaré a mi hijo con cualquier plebeya! -sentenció el anfitrión golpeando la mesa con su puño
Toda esta disparatada discusión estaba siendo presenciada -de forma obligatoria- por el cuarteto de príncipes que se encontraban dispersos en la habitación buscando en qué matar el tiempo; los menores estaban enfrascados en una partida de ajedrez, habían logrado una convivencia pacífica a lo largo de los años ya que no se sentían presionados de ningún modo al no tener que heredar el trono. Por otra parte, los mayores escuchaban con atención la pelea de sus padres a la espera de que les involucraran para alardear una vez más sobre porque su hijo mayor es mejor en alguna cosa estúpida que el otro no puede hacer
