𝐈𝐗

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Luego de la desastrosa reunión que ambos habían tenido con respecto a su estadía en el país surcoreano, Renjun había desalojado el gran edificio con una rapidez que ni siquiera su guardaespaldas era posible de alcanzar, aún si éste tenía mayor rendimiento físico que el primero. Pisaba con fuerza el mármol blanco platino bajo sus pies, haciendo resonar sus zapatos en todo el estacionamiento vacío, arrugando la nariz cómo un pequeño gatito y clavándose las uñas en la palma de su mano.

Estaba tratando de salir de aquel remolino de sensaciones y sentimientos que lo estaba ahogando.

Estaba tratando de alejarse de él.

Todos sus problemas habían sido enrollados en una cuerda negra atada a su cintura, proveniente de aquellas grandes manos ajenas que la sostenía y hoy estaba hartándolo de sobre manera.

Se sentía cómo una celebridad; no por el gran poder que podía poseer hacía varias personas o por la fama que tenía si no que no era posible y no tenía el control sobre su vida.
Deseaba que nadie estuviera allí para decir que es lo que podía hacer y que no, ansiaba poder correr por toda la autopista en libertad, quería y anhelaba poder ser libre sin que nadie estuviese manejando su vida cómo si de una muñeca se tratase, colgando de tantas cuerdas que nadie sabía de quién eran sus dueñas.

Renjun siempre fue la clase de persona que era libre. Desde que tenía memoria, sus padres le habían prohibido el salir con frecuencia, por lo que allí fue donde comenzaron sus sueños y aquella etapa rebelde que quería borrar de su expediente, era natural para un chico de tan sólo diecisiete años de edad el escaparse de su casa.

Recordaba las tardes en un gran campo de margaritas silvestres, algunas veces en un pequeño picnic en la cima de una colina o pintando con acuarelas un cálido paisaje de verano, otras veces recorría el centro de la ciudad donde visitaba la biblioteca principal y leía toda la sección de romanticismo o simplemente se quedaba a mirar cómo es que los chiquillos jugaban a las máquinas para poder conseguir un peluche.

La libertad se había convertido en su estilo de vida y su mejor amiga en aquellos tiempos.

Pero, ahora, lo estaba abandonando y ese sentimiento de volver a la misma jaula no le estaba gustando.

No quería volver a sentirse cómo un pájaro sin libertad.

Quería ser capaz de poder manejar su vida como quisiera.

Y un guardaespaldas le estaba dificultando el trabajo.

Así que cuando Jeno había llegado a su lado esperando por algún que otro comentario malicioso salir de su pequeña boca, solamente le pidió el que lo llevase a un hotel para posterior subir al automóvil y enfocar la mirada hacia el vidrio polarizado que dejaba ver la otra parte del jardín.

Nadie debía saber que estaba cargando con una angustia y un dolor tan inmenso en su pecho que lo estaba dejando sin aire.

El coreano había asentido impresionado por el cambio de actitud del autor, viéndolo subir en silencio a su auto y no decir ni una que otra palabra durante el trayecto del viaje hacía el hotel.
Fue cómo si otra clase de persona salió a relucir en el momento en que la reunión había terminado, alguien completamente diferente a la que conoció en el aeropuerto y el camino a la agencia.

Debía tener múltiples personalidades.

Tal vez era eso.

BODYGUARD'S LOVE : norenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora