𝐗𝐈

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Claramente, las estrellas se estaban burlando muy cruelmente de él allá arriba.

Podía percibir sus risas, sus tintilíneos brillando con una intensidad colorada cómo si se hubieran teñido de aquel color rojizo solamente para verlo cerrar con fuerzas sus dedos convirtiéndolos en puños, las señalaciones que apuntaban con sus dedos hacía él, burlándose por la situación en la que se encontraba en ese momento.

Porque era tan vergonzosa la situación y tan incómoda que hasta las mismas estrellas estaban permitidas en burlarse de él de todas las maneras posibles si quisieran. Por esa vez, lo haría.

Luego de esa noche en donde ambos habían saltado por sus gargantas en medio de un parque vacío con la luna tocándole los talones -en una forma totalmente fuera del romanticismo-, llegaron a la conclusión que nada entre ellos pasaría más que una relación puramente de trabajo donde las ambas partes saldrían beneficiadas; el coreano con el dinero que ganaría y el ranking que obtendría luego de cuidar de su culo por tres meses y el chino con el cumplimiento de su tablero de horario y un nuevo libro.

Realmente esperaba que esos tres meses corrieran tan rápido cómo pudieran para poder encontrarse nuevamente en ese hogar monótono que, por mucho que lo odiase, en ese momento estaba ansioso en volver a la tranquilidad de su confort.

No esperaba que nada cambiase, sabía que su guardaespaldas y su relación que conllevaban no iba a cambiar ni por un poco de empatía que existieran en el medio, por lo que tampoco él iba a hacer un movimiento para que su conducta diera una vuelta de trecientos sesenta grados.

Aún si muy en el fondo quisiera consolidar una pequeña pero muy pequeña amistad para sobrellevar lo mejor posible la convivencia, sabia lo suficiente de que su guardaespaldas separaba lo laboral y personal cómo un capítulo aparte. Y para él estaba bien, con tan solo acabar esos tres meses para volver a su hogar, estaba bien.

Eso quería pensar.

Luego de que la discusión se hubiera roto a causa de un llamado por parte del otro, eligió por respirar tan hondo cómo sus pulmones le dieran posible subiéndose al automóvil y dejando que el guardaespaldas hiciera su trabajo; estaba verdaderamente cansado de tener que lidiar con la indiferencia del coreano, tratándole de explicar porque era tan importante una cosa tan pequeña cómo era el salir por primera vez sin que nadie estuviese persiguiéndolo dos calles enteras ni molestándolo por la mínima cosa que hiciera, quería que entendiera el significado de humanización que sentía ese momento pero, cómo habían sucedido ese mismo día, a Jeno le había valido lo que quisiera darle a entender y solamente optó por gritarle en medio de la calle.

Pero ambos habían ignorado olímpicamente la cercanía en la que se habían impuesto.

Por lo que no se dio cuenta hasta minutos después, luego de que su ropa tuviera el descaro de poseer la colonia de hombre fuerte que su guardaespaldas estaba usando ese mismo día. Un rosado perlado se había instalado en sus mejillas, una vez que Jeno había entrado al automóvil y se dio cuenta de lo que ambos habían hecho.

¿Cómo es posible que en todo ese huracán de rabia no se había dado cuenta de cómo la nariz de su guardaespaldas estaba tocando la suya?

Sintió hasta la respiración del mismo sobre sus labios, su nariz contrastando con la suya en tiernos movimientos de caricias, sus ojos jamás se despegaron uno del otro con un brillo especial en ellos y pudo observar con claridad el pequeño lunar debajo de su ojo izquierdo.

Era la primera vez que sentía a alguien tan de cerca hasta el punto de sentirse ansioso por dentro.

Cómo si ambos cuerpos se hubieran pegado tal cual imanes.

BODYGUARD'S LOVE : norenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora