Epílogo.

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—Y... eso fue lo que pasó. 

La francesa miró a su alrededor, todo el mundo estaba en absoluto silencio y todos la miraban, el hombre a su lado tomó del vaso de agua que tenía. 

—Señorita Coulson.— el señor al frente suyo la miró como si estuviese loca.— Usted ha sido acusada por extorsión, divulgación de material íntimo e incitar y obligar a 11 chicos al suicidarse, y usted me viene a decir que no fue su culpa si no la de su amiga que se suicidó hace un año. 

Ginevra asintió, lo había dicho unas cincuenta veces y siempre las personas tenían la misma reacción. 

—Yo no lo he hecho señor. 

El juez se tocó la barbilla sin creer como aquella chica podía excusarse diciendo semejante barbaridad. 

—Revisamos todas las pruebas, todo está a su nombre, los mensajes fueron enviados por usted; desde su cuenta y desde su dirección. Usted fue la última persona en hablar con las víctimas y podemos ver cómo las extorsionó, jugando viles juegos que atentaron contra ellos. 

El estado le había asignado un abogado a Ginevra Coulson porque era su derecho, pero la verdad es que nadie podía defenderla. 

—Señor, por favor créame, yo no he sido, ha sido ella.— las lagrimas salían de sus ojos sin parar.— Ha sido ella y me ha dejado vivir porque necesitaba un culpable. 

Algunos la miraban con lástima, otros con desprecio, el juez la miraba con decepción. 

—Hemos analizado a la señorita Coulson y concluimos que necesita urgentemente ayuda psiquiátrica.— dijo. 

—¡No estoy loca!— gritó ella desesperada mientras el juez tomaba el martillo de madera.— ¡Tiene que creerme! 

 —Ginvera Coulson, está condenada a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional por la incitación al suicidio de los jóvenes: Aria Vega, Troy Jensen, Christine Pickman, Leslie Im, Venecia Vásquez, Leroy Mohn, Erwin Wells, Sinyeon Choi, Caterinna Méndez, Arthur Vaxter y Piero Corsobia.— dejó la lista a un lado.— Además se le agregan los cargos de extorsión y de difundir material íntimo sin consentimiento. Los primeros años los pasará en el psiquiátrico Santa Rosa de París, y cuando se considere adecuado, se trasladará a la cárcel femenina del Oeste. Esa es la sentencia. 

Golpeó el martillo dos veces y Ginevra comenzó a gritar y a intentar escapar de los guardias que la llevarían a su celda. 

—¡Ha sido Olivia! Joder ¡La perra me usó! ¡Esa maldita me usó! 

Mientras se retorcía para que no se la llevasen, vio a alguien entremedio de la audiencia del juicio. 

Olivia le sonreía desde en medio de la fila. 

~~~

Hace menos de dos horas que se me ocurrió como terminar la historia, y la verdad es que estoy bastante satisfecha con lo que ha quedado. 

¡Otra historia terminada! Me ha sacado gustos y disgustos, pero finalmente puedo decir que estoy orgullosa de lo que logré. 

Muchas gracias a ustedes, que siempre han leído y me han esperado pacientemente, muchas gracias por sus votos y comentarios. 

Espero que les haya gustado tanto como a mí, espero que estén satisfechos. 

Me despido. 

Ginevra Coulson en multimedia. 

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