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...y llegar al punto dónde te vale mierda todo...

Caleb Burck

El reloj está pausado, si el puto reloj tiene que estar pausado porque los minutos no pasan y yo no aguanto más con la maldita escena ante mis ojos.

Estoy asqueado.

El rubio está ligando con su novia en plena clase y me dan ganas de vomitar. Mis dedos se aferran al bolígrafo hasta que lo rompo por la mitad manchando de tinta oscura toda la hoja.

— Joder. — gruño y mi tono de voz sale más alto de lo que esperaba.

— ¿Ocurre algo? — me pregunta el profesor directamente.

— Nada — todos giran a verme, ya que estoy sentado al fondo del salón.

— Eso pensaba — dice el viejo antes de continuar con su estúpida clase.

Will parece un bobo enamorado y cuando mete un mechón del cabello de su chica por detrás de la oreja, yo estallo:

— En realidad si pasa — la mirada de todos cae sobre mí. No les voy a mentir, me encanta ser el centro de atención — Su clase es una mierda, me aburres tantos que ya no aguanto. A la mierda los rusos, los chinos y alemanes, me la suda todo.

— Esa no es manera de hablar — el anciano alza la voz — Si la clase le parece aburrida, pues ahí está la puerta.

— Con mucho gusto me largo — recojo todas mis cosas y me llevo la mochila en un solo hombro.

— Caleb — siento al profesor y me detengo en la puerta sin voltear a ver — Te veo en la dirección cuando termine con mi mierda de clase.

Todo es culpa de Ray.

Salgo a toda velocidad por los pasillos del colegio, perdí el control en el salón y lo más raro de todo es que no entiendo por qué estoy tan enfadado.

Mi plan era joderlo, jugar y manipular su vida a mi antojo, pero resulta que él mueve un dedo y soy yo quien sé incómoda.

Sigo caminando en busca de algo o alguien para descargar toda la rabia que tengo acumulada.

En otras palabras: Necesito follar.

— ¿Dónde está Lisi? — le pregunto a la morena que se cruza en mi camino con su traje de porrista.

— En las duchas — me responde entre risitas para luego irse corriendo.

Infantil.

Voy hasta mi destino y cierro la puerta al entrar, asegurándome de que estemos solos.

— Tú no puedes estar aquí.

La castaña aparece frente a mis ojos con su cuerpo cubierto por una toalla y su cabello desenfrenado cae junto a diminutas gotas de agua.

— Yo siempre hago lo que no se puede — dejo caer mi mochila al suelo — pensé que lo sabías. 

— Lo sé — se queda a una distancia prudente —, pero tenía la esperanza de que hubieras cambiado. 

— La verdad es que me gusta como soy — chasqueo la lengua — Soy mi tipo.

— Ya veo — su espalda impacta contra la pared y se queda quieta observándome, con una ceja enarcada.

Comienzo a desvestirme, primero el pulóver y luego el pantalón, no retiro mi bóxer, saco mi dura polla debido a la tensión acumulada y la masajeo frente a sus ojos.

— Si quieres puedo irme — le digo, pero está anonadada mirando casa detalle de mi miembro que conoce tan bien —, pero te advierto que sería una lástima que tu coño no reciba todo esto. 

Abre la boca y la vuelve a cerrar, no dice nada. La toalla que cubre su cuerpo cae al suelo y es más que suficiente para tomar su cuello estampando mis labios contra los suyos.

Devoro cada rincón de su boca y mis dedos se deslizan entre sus pliegues robando gemidos que se quedan atrapados en nuestro húmedo beso.

Me harto, lo único que quiero es follar, para que seguir con los besos y caricias. 

La llevo hasta el lavabo y la volteo, inclinando su cuerpo a mi antojo, las vistas desde aquí es mucho mejor, sin más preámbulos la penetro y sus dedos se aferran al mármol.

Arremetidas y estocadas cargadas de rabia, por unos minutos.

Follar está bien, pero cuando la persona no te gusta solo es eso. Una follada más para la historia.

#

Me regreso por dónde mismo con la intención de pasar por la dirección donde de seguro me espera el viejo baboso pensando en que medidas va a tomar conmigo por el numerito en su clase.

La oficina está cerrada y no hago incapié en seguir buscando o esperando por él.

Me la suda.

Ya me iba de camino a casa cuando el bullicio capta mi atención, todos están en la entrada haciendo una enorme multitud, diría que pelea, pero resulta que este instituto es muy tranquilo, el único que ocasiona problemas soy yo y aquí estoy. Decido acercarme.

La ambulancia llega a medida que me acerco. Los profesores hacen que los estudiantes retrocedan y cuando bajan una camilla reconozco al chico que está desplomado en el suelo.

«Ray»

— Perdió el conocimiento — escucho a alguien dando explicaciones — Se quejó de un poco de dolor y luego se desplomó.

Los camilleros hacen su trabajo rápidamente y a mí me cuesta reaccionar.

— ¿Qué ocurrió? — tomo de la mano a su supuesta novia y la remuevo para que reaccione. Me hallo realmente preocupado.

«Vaya sorpresa»

— No lo sé — solloza — Lleva días quejándose de que se sentía mal, le insistí, pero no quiso ir al doctor y ahora se desmayó.

— Tenemos entendido que eres la novia — nos interrumpe un camillero.

— Si, eso soy — responde torpemente.

— ¿Vienes? — vuelve a hablar el sujeto.

— Por supuesto.

Ambos se suben en la ambulancia y me quedo viendo cómo se alejan a toda velocidad.

Por primera vez en la vida puede decir que siento algo extraño en mi pecho, lo más parecido a una emoción por así llamarlo. El miedo de que algo malo le pasara me invadió gases lo profundo de mi ser.

La Bestia ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora