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La noche será demasiado larga.
Difícil y dolorosa.

William Ray.

— Me gustó la cita —suelto y al instante me arrepiento de ser tan estúpido.

— No fue una cita —me corrige— salimos a caminar, te llevé a una feria y te enseñé mi lugar seguro. Solo eso.

— Si claro —me dejo caer en la cama— Nada importante.

Se quita toda la ropa quedando solamente en bóxer, me volteo para intentar atrapar el sueño y no tener que ver lo maravilloso que luce cada músculo de su cuerpo. Apaga las luces de la habitación y después de unos segundos siento como se acuesta a mi lado.

— ¿Tienes frío? —pregunta. Está en el borde de la cama ni siquiera nuestros cuerpos se rozan.

— No.

— Estás temblando.

— No lo estoy.

— Si lo estás.

— Te dije que no.

— Que sí, joder.

— No estoy temblando —insisto— Ya, déjame dormir.

— Estás temblando, pero no de frío —continúa con lo mismo— Tienes miedo, ja —se burla— Ray tienes miedo de mí.

— No tengo miedo de ti.

— Sí.

— No. 

— Sí.

— Basta.

— No —ahora se niega él.

— Si —ya no entiendo el sentido de esta conversación, lo único que sé es que ninguno de los dos se va a dejar ganar.

— No.

— Sí. 

— ¿Quieres que te folle?

— Si —Joder— Digo, no. No quiero.

— Me quedo con lo primero.

«Perdí»

¿Por qué siento que gané?

Me giro a verlo. Su cabeza descansa sobre su antebrazo. El pecho le sube y le baja tranquilamente, el contraste de la tinta en su piel, junto a las luces que se filtran en la ventana es hermoso y la puta sonrisa de victoria que tiene dibujada en su rostro me dan deseos de ahogarlo con la almohada. 

Se apoya en los codos y me da el beso más tierno de todos lo que he recibido por su parte.

Con Caleb es rudo.

— Siempre y cuando tú estés cómodo —me susurra sobre mis labios.

— Vale.

— Vale ¿qué?

— Que sí quiero todo contigo —estoy enojado y no sé por qué.

— Tampoco me grites que sordo no soy.

Ya las palabras están de más entre nosotros. 

Me besa continuamente y se detiene solo para quitarme el pulóver del pijama, lo tira algún lado de la habitación y sigue con el proceso. Su lengua invade mi boca y sus manos tiran del elástico de mi pantalón.

Ahora los dos en bóxer me entran las inseguridades.

Yo estoy enfermo.

Caleb luce como modelo de Calvin Klein a comparación conmigo.

La Bestia ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora