29/07/2028

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"Empieza la Guerra"


Al llegar, cada uno fue a una habitación del refugio a pasar la noche. A pesar de mis esfuerzos por descansar, no pude conciliar el sueño en ningún momento. Pasé la noche pensando todo lo que habíamos perdido por confiarnos demasiado.

No pude creer que hayamos dejado el Electro magneto en manos enemigas, pudimos rechazar fácilmente la invitación y ahorrarnos todo este escándalo. Posiblemente ahora nos estarían buscando en todas partes, esperaba que este refugio sea tan seguro como lo pintan.

Los dos primeros pisos están completamente vacíos, hay una especie de sótano, al cual se puede acceder por una puerta secreta, creo que se me olvidó mencionarlo.

Escogí una de las habitaciones del fondo, para que no escucharan mi llanto. No pude dejar de llorar cuando me di cuenta de que mi vida, tal como la conocía, había cambiado, y no para mejorar. Toda mi vida de tranquilidad había terminado. Debía intentar ser fuerte por las demás, porque sabía si veían a una derrumbarse, todas caeríamos al fondo de un abismo de miedo y arrepentimiento.

Cuando apenas estaba saliendo el sol, decidí levantarme, no valía la pena seguir si no podría dormir, aunque muy dentro de mí no quería pararme nunca, dejar como todo a mi alrededor se consumía, mientras yo me hacía la indiferente. Si tan solo fuera así de fácil.

Cuando llegue a los baños, escuche a alguien en las duchas, era Dayana, La vi cuando salió de las duchas. Me miró con una pequeña sonrisa que no llegaba hasta sus ojos, los cuales tenían medias lunas oscuras debajo.

Definitivamente nadie ha podido dormir.

—¿Desde cuándo eres de madrugar? —le dije medio en broma.

—Desde que no duermo en mi cama —me respondió aun con su sonrisita.

Salió del baño sin decir ninguna otra palabra, la entendía, así que la deje irse.

Fui a una de las duchas, acostumbro a tener mejores ideas cuando estoy en el baño. Dejé que el chorro de agua me cayera en la cabeza sin siquiera moverme, estaba fría, pero no me importó, necesitaba despejarme un rato.

Las gotas caían a los lados de mi cuerpo, me sentía vulnerable, las lágrimas se mezclaron con el agua de la ducha, todo se sentía como que había perdido algo muy valiosos, pero que aún no sabía que era.

Perdí la noción del tiempo, mi cabeza está completamente en blanco, que no era lo que buscaba, pero si lo que necesitaba. Salí de la ducha cuando mis dedos estaban tan arrugados que dolían.

Luego me dirigí a mi cuarto nuevamente. No había pensado en qué me pondría, pues ni loca volvería a ponerme ese vestido, lo quemaría. Antes de salir a preguntar si tenían ropa, vi que al lado de la puerta había una pequeña caja, eso no estaba ahí antes, la tomé y la abrí. Era ropa, toda gris.

Tomé una camiseta mil tallas más grandes que la mía y unos leggins que estaban algo ajustados, pero supongo que servirían. No había espejos en ningún lado, así que aún no sabía que tan mal estaba.

Salí hasta el área donde estaban las despensas de comida. Tenía un espacio algo despejado, que sólo contenía algunas sillas.

Cuando llegué, todos estaban ahí, excepto el señor Levine.

Rober Levine era como el vino, si me entienden. Tenía todo lo necesario para ser un Suggar Daddy, tenía dinero, era guapo; pero lo mejor de todo, es que sabías que no era un Suggar Daddy, es un hombre entregado completamente a su familia y un tanto cómico. Lo conocí hace tiempo, tiene el pelo castaño que con las canas parece rubio, unos hermosos ojos verdes que Rose tuvo la suerte de heredar y la sonrisa de alguien que ha roto muchos corazones.

Crónicas de una GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora