02/09/2028

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"¿Quién es él?"


Lo miré perpleja unos segundos, no podía creerlo.

Frente a mí, estaba nada más y nada menos que el General Ryden Matthews, mi exnovio.

Lo conocí en la escuela militar a la que asistí la mayor parte de mi vida, yo solo tenía trece años cuando me transfirieron a su pelotón, era el chico perfecto; mayor, extrovertido y con aires de chico malo. Me encantaba, pero nunca se fijaba en mi por ser la más joven, así que empecé a hacerme notar entre todos los demás, trabajando duro para llamar la atención de los superiores.

Poco a poco fue notando mi presencia hasta que nos hicimos amigos y finalmente, cuando cumplí dieciséis y él diecisiete, decidió pedirme ser su novia y yo claramente acepté.

Cuando terminé el bachillerato, decidí dejar la escuela para estudiar física en la universidad, cosa que a él no le sentó tan bien, intentamos la muy penosa relación a distancia, fracasando grandemente, cuando en mi segundo año de universidad, él; en un arranque de locura me engaño con una de sus amigas. Desde ese momento cortamos la comunicación, hasta ese día.

Supe que le había ido muy bien, fue ascendido en muchas oportunidades y ahora en su soltería decidió convertirse en todo un casanova.

Han pasado casi diez años desde la última vez que lo había visto, estaba ligeramente cambiado, pero nunca dejaría de reconocer esos ojos verdes, ni aunque pasaran cien años. Ahora tenía una ligera barba, sus facciones eran más maduras y su cabello negro tenía un corte diferente.

—¿Amelia? —dijo desesperado—, eres tú ¡Gracias a Dios! pensé que moriría.

—¿Qué? ¿Qué está pasando? —dije al momento de levantarlo.

—Son los de la INM, me andan buscando, necesito esconderme —dijo mirando en diferentes direcciones asustado.

—¿Quién eres? —dijo Rose bastante confundida—. ¿Qué haces aquí?

—Soy Ryden, soy general de brigada en el ejército nacional, traicioné a los de la INM, ahora decidieron secuestrarme —nos explicó—. Por suerte pude escaparme, he corrido unos 5 kilómetros hasta aquí.

—Pero, ¿estás bien? —le pregunté.

—Necesito comida, he pasado todo el día corriendo, no creo que pueda continuar —me respondió— ¿Ustedes tienen algo de comer?

Nos quedamos calladas un momento.

—Amelia, ¿podemos hablar? —preguntó Rose de repente.

La miro un segundo y luego reacciono, asintiendo con la cabeza como respuesta.

—Por favor, dime que no planeas llevarlo al refugio —me dijo segundos después de alejarnos.

—Pero míralo, está en la misma posición que nosotras —le dije—, tuvimos la suerte de tenerte a ti y a tu padre; él no.

—Qué sabes tú lo que pueda tramar, el refugio es secreto por algo —Me contestó.

—Lo conozco, no creo que me mienta —dije— Nosotras quisiéramos que alguien nos ayudara en esta situación.

—Está bien, pero eres la responsable si algo sale mal —me advirtió.

Volvimos junto a Ryden y nos sentamos frente a él.

—Bien, ya casi está oscureciendo. Vendrás con nosotras, pero —le advertí—, debes ayudarnos a encontrar al padre de Rose.

—¿Qué pasó con él? —nos preguntó.

Crónicas de una GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora