16/09/2028 pt. 2

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"Camarón que se duerme..."


Abrí los ojos y pude ver la luz.

¿Acaso estoy muerta?

Vi la sombra de alguien a mi lado, pero no pude reconocer de quién se trataba.

—¿Eres tú, Dios?

—Para tu suerte, no lo soy —me respondió.

Volví a cerrar los ojos porque ya me ardían, esperé unos minutos e intenté nuevamente. Ya mi vista se había enfocado, miré a mi alrededor y estaba en una especie de consultorio médico con una intravenosa conectada a mi brazo.

Busqué con la mirada al dueño de la voz que estaba de espaldas a mí, sentado en un escritorio frente a un computador. Era un hombre alto de pelo negro y tez blanca, me perdí en mis pensamientos por tiempo indeterminado, hasta que volteo silla.

Ok, él dijo que no era Dios, pero no le falta mucho para serlo.

—Oh, estás despierta—dijo cuando me vio—. Mucho gusto Amelia, soy el doctor Benjamín Keller.

—Doctor, dígame la verdad, ¿Cuántos días llevo en coma? —dije trágicamente a lo que él arrugó las cejas.

—Te desmayaste y despertaste enseguida —dijo—, el problema es que cuando eso pasó, te acomodaste en la cama y te quedaste dormida desde entonces.

—No suena a algo que yo haría —le respondí—. ¿Acaso se está confundiendo de paciente?

—No lo creo, eres la única que ha venido hoy.

—En una base militar donde siempre están entrenando y haciendo cosas peligrosas, cómo no van a lastimarse.

Luego de eso, pasó a revisarme para asegurarse que todo estaba bien y me ordenó descansar por el resto del día porque estaba estresada y deshidratada.

No podía simplemente darme el lujo de andar haciendo desmadre porque podría perjudicarme, estaba durmiendo muy poco, tomando poca agua y estresándome a montones, pero si seguía sus indicaciones por el resto del día mañana estaría como nueva.

Me dio unas pastillas para dormir lo que quedaba del día y me dijo que evitara las emociones fuertes por un buen tiempo.

Un oficial me trasladó hasta la celda nuevamente, pero antes de llegar alguien me detuvo.

—Puede marcharse —le ordenó al oficial.

—Si, general —dijo este antes de dar media vuelta y desaparecer de nuestras vistas.

—¿Cómo estás? —me preguntó Ryden.

—Todo bien, supongo —respondí.

—¿Qué te dijo el doctor? —preguntó—, me quedé esperándote, pero tenía algunas cosas que hacer.

—Solo tengo que descansar por el resto del día —le dije.

—Si necesitas algo sabes que puedes decirme y también podrías quedarte en mi tienda —sugirió.

—No gracias, no es necesario —me negué— ¿Sabes qué están haciendo los demás ahora?

—Si, almorzaron y ahora están en el salón de audiovisuales en su sesión de reforma de pensamiento —me dijo.

—¿Qué es eso? —pregunté.

—Estás haciendo demasiadas preguntas, debes descansar —me aconsejó antes de tomarme del cuello y plantarme un beso en la frente—. Vamos, te acompaño.

Crónicas de una GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora