Acto 1: Capítulo 1

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Capítulo 1: Muralla Impenetrable

Bajo la tutela de la noche, él regresa a su hogar agobiado por el estresante trabajo en el cual es sometido día a día.

Vislumbra a su hogar desde el oscuro pavimento de la acera. Con zigzagueantes pasos finalmente alcanza la puerta. Su mano se extiende en búsqueda del picaporte, sin embargo, el movimiento queda únicamente como un sueño que jamás se hará realidad. Él lo había olvidado. A estas horas se le ha prohibido el retorno.

Se gira y una vez más como todos los días desde aquel entonces, Emilio ya jamás podrá volver a su hogar luego de salir del trabajo.

16 de Abril de 1999

La luz ingresa desde la ventana apuñalando los cerrados párpados de Emilio. La mañana ha llegado. El reloj desprende el agitante sonido de su interior. Con un movimiento mecánico, lento y turbulento su brazo viaja para detener la alarma.

El acto de despertarse jamás le produjo tanto agotamiento como hoy.

–Espero jamás volver a quedarme en un lugar como este. Pero para eso no debo de olvidar hacer una reserva antes. –Emilio desahoga sus pensamientos mientras se sienta en el costado de la cama.

Toma sus escasas pertenencias de la maltrecha mesa de luz, y sale al pasillo dejando a la crujiente puerta cerrarse a su espalda. Si no fuera por las coléricas parejas tras las innumerables puertas, tal vez se le hubiera cruzado por la mente que había pasado la noche en un complejo de departamentos abandonado.

Baja aún fatigado a la recepción, donde un hombre de avanzada edad, con sobrepeso y un intoxicante hedor a grasa saluda a su cliente tal como hace todas las mañanas.

–¿Descansaste bien? Recuerda que a las diez en punto termina la reserva. Si deseas permanecer una noche más dilo ahora.

–Toma, no pienso siquiera volver a un lugar de mala muerte como este. –Emilio declara esto al momento que lanza la llave de la habitación 203 al recepcionista.

–Todos dicen lo mismo, luego se vuelven arrastrando como ratas suplicando que les dé un mísero lugar donde caer muertos.

Sin darle importancia Emilio atraviesa la puerta del hotel. El fresco aire golpea su rostro mientras se aleja, toma su teléfono Motorola StarTAC del bolsillo derecho del pantalón, levanta la tapa y realiza la llamada que el día anterior tanto lamentó no haber hecho.

–Hola, me gustaría reservar una habitación para esta noche. Sí, al nombre de Emilio Rios. Sí, la misma de siempre, gracias. –Cuando corta la llamada levanta su brazo en una señal para que el autobús se detenga. Designa su destino al chofer y toma asiento en la fila final del vehículo.

Nuevamente está frente a la puerta que anoche no logró atravesar. Su mano se desliza suavemente hacía el picaporte, lo toma y con ligereza abre el portal a sus aposentos. Nada ha cambiado, el mundo interior aún continúa paralizado.

Ingresa tirando su abrigo sobre el sofá de la sala, y se dirige al dormitorio donde se lanza de espalda en la cama –la cual nunca ha logrado disfrutar en las noches desde que tiene recuerdos–. Su vida se ha encargado de verlo sumido en desesperación.

Han transcurrido horas, días, semanas e incluso meses desde que no es capaz de ingresar a su hogar por las noches. Se encuentra por su cuarta mudanza y aún así no ha hallado alivio a este mal con el que es azotado. Ni siquiera él comprende con exactitud su situación.

Cuervos del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora