Capítulo uno

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Jared

Lo estaban haciendo de nuevo. Podía escuchar los gritos de Brad sin importar cuánto subiera el volumen de la música. Yo estaba en la cocina tratando de estudiar un poco, pero el ruido de la cama meciéndose una y otra vez me impedía leer con claridad. Brad gritó de nuevo, y ahora pude escuchar un gruñido por parte de David. Qué asco. 

Me levanté y subí las escaleras sin molestarme en no hacer ruido, ellos dos llevaban una orquesta de placer que todo el vecindario podía escuchar. 

-¡Oye, Brad!- grité- Estoy tratando de estudiar, si no te importa.

Escuché otro grito, esta vez era grave. De seguro venía desde el fondo de la garganta de David. Puse los ojos en blanco.

La puerta de la habitación de Brad estaba cerrada, y una corbata colgaba de la perilla. Qué originales. Abrí la puerta sin vacilar.

-Eh, par de maricas, ¿Les importaría bajar el volumen de su orgía?- dije en cuanto entré. David le estaba dando un beso en la frente a mi hermano. Ambos se exaltaron, estaban sudando.

-Por el amor de Dios, Jared ¡Sal de aquí!- me gritó Brad mientras me aventaba una almohada. 

-No tienes que pedírmelo dos veces.

Me di la vuelta y comencé a caminar.

-¿Podrías cerrar la puerta?

Gruñí.

-Por supuesto que no.

Bien, tal vez ahora tendré un poco de calma. Regresé a la cocina, tomé mi libro y comencé a leer en voz alta:

-El 11 de julio de 1789, el rey Luis XVI, actuando bajo la influencia de los nobles conservadores al igual que la de su hermano, el Conde D'Artois, despidió al ministro Necker...

-¿A qué hora regresa papá?

Dejé de leer y me volví. Brad estaba sirviendo dos tazas de café. Tenía el cabello negro y todavía un poco mojado. A pesar de que tenemos el mismo corte de pelo, él siempre lo lleva arreglado hacia un lado y yo, bueno,  yo no sé qué es un cepillo. Llevaba puestos unos shorts deportivos, sin playera. 

-¿Qué tanto me ves?

Parpadeé antes de contestar.

-Nada, es sólo que te pareces mucho a alguien que yo conozco- le quité una de las tazas antes de que les pusiera azúcar y le di un trago- Y es muy apuesto, tiene muchas chicas. Creo que deberías de tomar un par de notas cuando él está cerca, ya sabes, en caso de que decidas ser normal y todo eso.

Brad puso los ojos en blanco.

-Ja, ja. Muy gracioso. Yo nací primero, así que en realidad tú te pareces a mí. Y para tu información, no necesito de una mujer para ser normal.

-Oh, ¿Es que acaso ya has solucionado las cosas con tu "amiguito"? ¿Quién ha decidido hacer el papel de mujer? ¿Tú? ¿O él?

Levanté las cejas. Su cara estaba hirviendo y su boca estaba abierta, pero no decía nada. Punto para Jared Miller.

Regresé la vista al libro. Me senté sobre la encimera para retomar mi lectura.

-¿Qué estás leyendo?

-Mi asqueroso libro de Historia Universal.

Brad se acercó a mí. Olía al perfume de David.

-¿La revolución francesa?- me miró- ¡Eso es pan comido!

-Para alguien como tú, sí.

-Déjame ver- me arrebató el libro y se sentó junto a mí. Comenzó a leer- Si. Ajá. Muy bien. Entonces el rey... Y luego la guerra... ¿Dónde está Napoleón? Oh, aquí está... Sí, yo recuerdo eso...

Le hize una mueca a pesar de que sabía que no me estaba mirando. Siempre hacía éso. Dirigí la vista al frente y sin querer me encontré con la mirada de David, quien estaba recargado sobre el marco de la puerta, sonriendo. Miré hacia otro lado.

-Los gemelos Miller...- dijo- ¿Quién diría que son tan adorables?

Casi vomito. Brad me aventó el libro y se apresuró a servir una taza de café. David se me acercó.

-¿Tienes examen de historia?

Me esforcé para que mi voz sonara tan grave como la suya.

-Sí. Me habría gustado estudiar un poco, pero había un par de manatíes en el piso de arriba...- David se ruborizó.

-Lamento todo el ruido que hicimos.

-No importa, no es nada que no haya escuchado ya- Brad le dio su taza a David, y le agarró el trasero meintras le gruñía, juguetón- Me alegro de no tener que lavar las sábanas.

David comenzó a hojear mi libreta de apuntes.

-Oye Jared, ¿No tienes algo importante que hacer?- me dijo Brad. Lo miré con cara de pocos amigos.

Iba a responder, pero mi teléfono vibró sobre la mesa. Me apresuré para tomarlo. Era un mensaje de Lindsey: Casa sola hasta las 8pm ¿Vienes?.

Sonreí.

-Iré a estudiar a un lugar más tranquilo, si no les importa- dije mientras respondía al mensaje con un: No me lo perdería por nada. David bufó.

-Irá a casa de una chica, te lo aseguro- escuché que Brad le susurraba a David en el oído.

-Si quieren pueden irse a tomar una ducha, o echarse agua con la manguera del jardín... no sé como funcionan las cosas entre dos hombres.

Brad me dio un golpe en el brazo y tomó la mano de David mientras comenzaba a caminar.

-Estaremos en mi habitación. Avísame cuando llegue papá.

Comenzaron a subir las escaleras, pero David se detuvo y asomó la cabeza para decir:

-Ah, Jared, si yo fuera tú, estudiaría un poco más sobre la declaración de los derechos del hombre y del ciudadano. En tu libreta dice que fue firmada en Estados Unidos; en realidad ocurrió en Francia.

Asentí.

»Y otra cosa: el entrenador quiere que estemos practicando desde las ocho. Así que no te esfuerces mucho con esa chica.

Volví a asentir. Cuando escuché la voz de Brad diciéndole cuán extraño era para él que su hermano gemelo y su novio entrenaran juntos, pude sacar todo el aire que estaba conteniendo.

Tomé mi teléfono y le envié otro mensaje a Lindsey: Tendré que faltar. Tengo examen mañana. Y, como sabía que no me creería, agregué: También debo de estar con el estúpido entrenador a las ocho, tal vez tengas suerte y te invite a verme nadar.

Me volví esclavo de mi libro de historia por el resto de la noche.

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Good EnoughDonde viven las historias. Descúbrelo ahora