Capítulo ocho

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Jared

-¡Abre la puerta!- escuché como Brad comenzaba a dar patadas desde el pasillo. Me había despertado desde el momento en el que comenzó a sacudir la perilla pero, en lugar de levantarme y abrir, miré hacia el techo. Había algo extrañamente relajante en las manchas de humedad. O tal vez era el hecho de estar acostado sin moverme, o el alboroto que se escuchaba del otro lado de la puerta. Tal vez era el conjunto de todo eso, incluyendo la idea de que David probablemente estaba viendo televisión en el lado del sofá donde yo suelo sentarme, que me hacía recordar lo poco desafortunado que era. Me podrá ir peor.

-Jared... por favor, me he quedado sin desodorante y necesito tomar el tuyo.

Me levanté con dificultad, tenía los músculos adormecidos. Tomé mi desodorante, mirándome rápidamente al espejo. Tenía los ojos un poco hinchados y mi cabello era un desastre; pero seguía siendo más apuesto que la mayoría de los chicos en mi escuela, al menos.

Abrí la puerta y le aventé el desodorante a Brad, él reaccionó a tiempo para atraparlo.

-¡Aleluya! Creí que tendría que desmontar la puerta.

-Regrésamelo cuando lo desocupes.

Me quité la playera y comencé a desabrochar mi cinturón.

-¿Te vas a duchar?

Asentí.

-Entonces le diré a David que puede pasar la noche aquí. Si te das prisa, tal vez alcancen a ir a desayunar mañana...

Le aventé una almohada.

-Me ducharé rápido. Y dile a David que no invite a ninguna zorra al bar.

Brad se había girado hacia el pasillo para comenzar a caminar, pero se detuvo y me miró con desaprobación.

-¿Qué?

-No les llames zorras, Jared- estaba molesto. Sonreí.

-¿Entonces cómo las puedo llamar? ¿Gatas? ¿Mujerzuelas?

-Chicas suena mejor.

Bufé.

-Chicas. Dile a David que no quiero a ninguna chica de piernas sexys y espalda descubierta en el bar, o tan siquiera que no sean de nuestra edad.

Brad alzó una ceja.

-Bien, entonces le diré que busque a mujeres de cuarenta y tantos, con caderas grandes y sin escote.

Me reí.

-Ya sabes a qué me refiero; no quiero chicas esta noche.

Brad sonrió.

-Si quieres jugar en mi equipo, podría presentarte a un par de amigos... Nada serio, tal vez solo por un par de noches y ya.

Le aventé otra almohada.

-Largo de aquí, marica.

-Saldremos a comprar un par de cosas. Recuerda que David regresará por tí a las ocho.

-Sí, mamá- dije, y me arrepentí de inmediato. Miré a Brad por el rabillo del ojo, él también lo notó, se detuvo en el primer escalón, pero prefirió mirar al suelo antes de mirarme a mí.

-Solo asegúrate de estar listo a tiempo.

No dije nada. Cogí una toalla y fui directo al baño. Imbécil. Imbécil. Imbécil.



Recorrí el pasillo con una toalla atada a la cadera. Abrí las puertas de mi armario buscando algo que dijera: "Acabo de presentar un examen de mierda", peor que fuera lo suficientemente elegante para entrar a un bar.

Me puse unos vaqueros ajustados y una camisa de color vino. Miré el reloj. Eran las siete y treinta. Tenìa tiempo para comer algo.

Fui a la cocina y abrí la puerta del refrigerador. Calenté lo poco que quedaba de pasta en el microondas, sentía las gotitas caer de la nuca de mi cabeza hacia mi espalda. Me sacudí para quitármelas.

Apenas iba a dar el primer bocado cuando la puerta se abrió. Brad entró corriendo y subió las escaleras de dos en dos. David apareció en el umbral con aire despreocuapdo y rascándose la cabeza.

Golpeé la mesa con el tenedor para llamar su atención.

-¿A dónde va nuestro corredor estrella?

David sonrió y comenzó a caminar hacia mí.

-Por una sudadera. Hace un frío terrible.

Alzé las cejas.

-¿Va a ir al bar?

La mandíbula de David se tensó.

-No quiere ir. ¿Qué estás comiendo?

Recorrí el plato por la mesa para acercárselo.

-Espagueti.

Le ofrecí mi tenedor y él lo tomó y comenzó a comer. Abrí la boca para preguntarle algo más cuando la luz de a cocina se encendió.

-Si siguen comiendo así nunca estarán en forma para el campeonato- dijo Brad, había cambiado sus suéter por una sudadera que le quedaba grande.

David se rió y se levantó para acercarse a él. Yo seguí comiendo.

Vi cómo se daban un beso en los labios, y cómo las manos de Brad bajaban hasta apretar el trasero de David. Di otro bocado de pasta.

Brad me miró y se puso serio, como si de pronto se sintiera incómodo al estar cerca de David conmigo presente.

-¿Ya se van?- dijo, en un tono que parecía más afirmación que pregunta.

-Sí- asintió David.

Se levanté y corrí a mi habitación para coger un abrigo. Volví a echarme prefume y regresé al recibidor.

Brad estaba parado entre la cocina y la sala, se veía nervioso. Trató de simular una sonrisa al verme acercarme.

-¿Todo bien?- le pregunté.

-De maravilla. David...- desvió la mirada y se apartó para darle un beso.

Yo me acerqué a la puerta y le di una palmada en el hombro.

-No metas a ninguna zorra mientras yo no estoy en casa, ¿Entendido?

Brad sonrió.

-Haré una orgía.

Sonreí y me subí al auto junto con David.

Una vez que Brad cerró la puerta de a casa, no sin antes mirar por ambos lados de la calle, David aceleró.

-Hoy va a ser una gran noche- me dijo.

-Sí...- suspiré, sin poder quitarme la idea de que Brad y David me ocultaban algo.



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