Capítulo cuatro

58 0 0
                                    

Brad

4:30. Jared debería de llegar en cualquier momento. Me apresuré al quitar los espaguetis del fuego y los dejé escurriendo un rato. 

Pica el ajo y cocinalo en aceite de oliva hasta que se haya ablandado. Cuida que no se queme.

¿En dónde había dejado el aceite de oliva? Busqué entre los gabinetes, no estaba por ninguna parte. Rayos. Revolví las cosas que tenía sobre la mesa, pero no lo encontré.

Beep. Beep. Beeeep.

¡La salsa! Corrí hasta apagar la alarma, y aparté la salsa de inmediato. Olía a tomate con especias.
Comencé a picar el ajo lo más rápido que pude. No podía dejar que la salsa se enfriara demasiado, y todavía debía de encontrar el aceite de oliva.

Pum.

La puerta de la casa se azotó y di un salto. 
Oh, no. Me corté con el cuchillo.

Tome una toalla y presioné sobre la mano izquierda. Escuché que alguien dejaba algo sobre el suelo y carraspeaba.

-Hola- dije sin voltear.

-Hola- era David. Me volví de inmediato y le sonreí. Él comnezó a caminar hacia mí, pero se detuvo al notar la toalla entre mis manos. La señaló levantando una ceja.

-Me acabo de cortar, por accidente, lo juro- expliqué mientras me encongía de hombros.

-Por Dios, Brad- dijo y llegó hasta donde yo estaba de un solo salto- Déjame ver.

Me quitó la toalla.

-No es tan grave, ¿Verdad?

David se aclaró la garganta.

-Me temo, señor Miller, que debido a mi experiencia en el ámbito de cortaduras mientras se cocina comida italiana, debo informarle que usted perderá el brazo- dijo, con una mirada seria y acomodándose unos anteojos imaginarios.

Comencé a reír.

Él rio también.

-Vas a estar bien.

Me besó en la herida y luego me jaló para acercarme a él. Me beso el cuello, luego la clavícula, luego la mejilla, la comisura de los labios...

-David, tengo que cocinar.

-Uh-huh.

Me mordió la oreja. Di un saltito.

-David... David, amor, en serio. Debo de terminar esto antes de que Jared regrese.

-Déjame consentirte un poco.

Me tomó por la nuca y me besó. Se recargó sobre el borde de la mesa, yo lo seguí. Pasé mis manos por sus hombros hasta llegar a su espalda, y las bajé poco a poco.

David se apartó de pronto y me manchó la nariz con la salsa de tomate.

-¡Ey!- exclamé, apartándome.

Él comenzó a reírse y me tomó de nuevo entre sus brazos.

-Tienes algo en la nariz- le puse los ojos en blanco, él me lamió para limpiarme- listo, como nuevo.

Lo empuje, riendome. 

David era como un niño pequeño cuando estábamos solos.

Me lavé las manos y regresé a mi labor con el ajo.

-¿Qué vamos a cocinar?- me preguntó, parándose detrás de mí mientras me tomaba por las caderas y recargaba su cabeza en mi hombro. 

-¿Vamos?

Good EnoughDonde viven las historias. Descúbrelo ahora