🌟✨ Aquí vamos de nuevo... 🌟✨

446 27 8
                                    


Aihara Mei se encontraba pensativa mientras observaba la pantalla de su computadora.

Desde hacía 15 largos minutos que no escribía nada con sentido; y si lo hacía, terminaba borrando toda la oración para empezar de nuevo. Era como si de pronto su mente se hubiera quedado en blanco sin ser capaz de coordinar hasta la más mínima idea.

Y eso no le gustó para nada.

Molesta por su ineptitud; ella decidió que ya era más que suficiente.

Había sido una semana muy díficil y pensó que quizás tan sólo necesitaba un minuto de descanso para reorganizarse y terminar por fin el trabajo, así que lo hizo: descansó.

Ella respiró profundo, cerró la computadora calmadamente, deshizo el moño con el que había recogido su cabello negro, lo desenredó un poco con sus dedos y después se echó hacia atrás en su silla dejando caer sus brazos a los costados, de la forma más relajada que se le ocurrió.

En esa posición y después de cerrar los ojos volvió a respirar más profundamente: primero una, dos y tres veces más; luego estiró más las piernas debajo del escritorio, hizo algunas flexiones e hizo pequeños movimientos para así facilitar la circulación.

De pronto se sintió un poco mejor en comparación, pero no era suficiente. Se dió cuenta de que también los zapatos le estorbaban, así que se los quitó rápidamente quedando sólo con sus medias y después se dedicó a mirar el techo, sintiéndose como si se hubiera convertido en otra persona.

No entendía lo que le sucedía, aunque admitió que había algo particularmente familiar en esa sensación de aturdimiento y desconcentración que la dominaba.

—Pero no puede ser eso...—Dijo tratando de convencerse a si misma—Es absurdo.

Entonces se puso a pensar en otra buena explicación:
Estaba bastante estresada sí, tenía muchísimo trabajo, las cosas no andaban del todo bien con su prometido y hacía mucho tiempo que no disfrutaba de alguna actividad recreativa; pero no era la primera vez que le pasaba.
Ya antes había lidiado con problemas incluso peores, y nunca se deprimió o dudó de si misma. Ella nunca perdió la concentración y dejaba sus trabajos importantes sin concluir así como si nada.

¿Entonces qué le estaba sucediendo ésa tarde en específico?

La respuesta obvia apareció cuando escuchó los toques en la puerta, y luego cuando el dulce sonido de su voz se anunció alegremente desde el otro lado del pasillo.

La mujer pelinegra se levantó casi de un salto de su silla, una reacción algo exagerada e infantil que la hizo sentir avergonzada como para querer salir huyendo de la oficina y encontrar un lugar oscuro donde poder ocultarse; así como lo hacía cuando era más joven y cierta chica de ojos verdes se adentraba en su habitación sin permiso sólo para molestarla.

—Oh...—Murmuró en tono derrotado.
Se quedó en silencio mirando a la puerta; comprendiendo al fin en la situación difícil que se había involucrado por segunda vez.
Al otro lado se volvieron a escuchar los toques ésta vez un poco más fuertes y se obligó a si misma a abrir la boca para hablar antes de que se le ocurriera congelarse en su asiento por el pánico de volverse sentir acorralada.—P-puedes pasar—Dijo tratando de sonar casual.

Pero ni ella misma se lo creyó.
Sus manos de pronto le sudaban en exceso y su corazón latía desenfrenado dentro de su pecho.

¿Y ahora qué iba a hacer?
Hacía años que no lidiaba con este problema.

La puerta de su oficina se abrió, y por ella entró Yuzu Aihara, una mujer de cabello rubio y ojos verdes que esbozó una cálida sonrisa mientras se adentraba en la habitación y agitaba su mano derecha de un lado a otro haciendo sonar las pulseras que adornaban sus muñecas.

Citrus One-shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora