CAPÍTULO TRES

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Sicilia, Italia.

Julio 16, 2017.

Luego de aquella navidad que los D'Angelo y los Markov pasaron juntos —la primera de muchas, como le gustaba decir a Alejandro—, los planes de boda fueron viento en popa. Los meses pasaron y ahora solo restaba una semana para que ambas familias se unieran. Laurel y Sebastian no se habían visto desde hacía más de seis meses, después de que él se marchase el día después de Navidad de regreso a Nueva York.

Esa tarde eso iba a terminar. Faltaba poco menos de media hora para que el avión de los Markov aterrizara en el aeropuerto privado propiedad de los D'Angelo en Sicilia.

En casa los preparativos para su llegada estaban a punto, solo faltaba...

La novia.

Antonella había pasado los últimos diez minutos buscando a Laurel, pero su hija no aparecía por ningún lugar.

La puerta principal se abrió y por ella apareció Matteo. —¿La encontraste? —preguntó a su hijo mayor.

Él negó en respuesta. —No está en ninguno de los sitios donde fui.

Laurel deambulaba por las calles de la ciudad sin un rumbo fijo. Necesitaba un tiempo para sí. Necesitaba escapar de todo lo que ocurría en su casa. Un auto pasó a gran velocidad casi arrastrándola.

Stronzo, guarda dove guidi! —le gritó.

No pasaron más de unos pocos minutos antes de que ella ya estaba parada en frente de la mansión de su familia, solo para ser recibida con el estruendoso grito de su madre.

—¡Hasta que llegas! ¡¿Se puede saber dónde te habías metido?!

—Por ahí —contestó.

—¿“Por ahí”?

—Salí a caminar mamma, necesitaba un pequeño descanso de esto —señaló a su alrededor

—Muy bien —aceptó—, ve a cambiarte. Tu prometido y su familia están al llegar.

❈ ❈ ❈

Una hora después los D'Angelo estaban sentados en la sala de estar aguardando la llegada de la familia Markov. El característico sonido del motor de auto acercándose a la entrada de la casa avisó la llegada de ellos. Alejandro se dirigió a los jardines delanteros para recibir a los invitados.

Laurel trataba de ignorar el hecho de volver a ver a su prometido y trataba de actuar indiferente ante la situación, pero la curiosidad pudo con ella y corrió un poco la cortina de la ventana que tenía a su espalda para ver el exterior.

En ese momento Sebastian descendió de su preciado Lamborghini Huracán.

Justo el mismo auto que no hacía ni dos horas casi la atropella. Las casualidades de la vida.

De la puerta de pasajero bajó una chica de cabello negro y azul, bastante parecida a él.

—¿Quién es ella? —susurró Laurel a su hermano mayor—. No recuerdo haberla visto.

—Ni yo —contestó Matteo.

Rápidamente se aclaró el asunto. Luego de los saludos, Konstantin presentó a la chica.

—Esta es mi hija, Rose —explicó—. Ella no pudo venir antes...

¿Su hija? Y que no pudo venir antes. ¿Antes? Más bien nunca, pensó Laurel. Nunca, en los años que se conocían habían mencionado la existencia de una hija.

Una bombilla se encendió en la cabeza de Laurel. Era obvio que la idea del “matrimonio” no surgió de su padre, si por él fuera, los Markov nunca formarían parte de su familia. Ellos más que un aliado representaban una amenaza para la Cosa Nostra, y si lo que buscaba era expandirse un simple trato con uno de los sub-jefes valdría.

Nacido en la MafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora