CAPÍTULO CUATRO

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Nueva York, Estados Unidos.

Enero 20, 2019.

Bienvenido a Nueva York.

Ese era el cartel de bienvenida que reposaba en más de una de las paredes de uno de los aeropuertos privados más costosos de toda la costa oeste de los Estados Unidos. La familia D'Angelo acababa de aterrizar hacia tan solo unos pocos minutos y todo el personal disponible estaba presente, con tal de hacer más cómodo, su recibimiento.

Desde el interior del jet privado, Laurel D'Angelo observaba como todos los empleados se movían como hormigas, moviendo todo que aquí para allá, con tal de que cuando su familia y ella bajasen del avión, todo estuviese tal y como su padre ordenó: perfecto.

Estaba tan sumida en sus pensamientos que no escuchó cuando su madre la llamó en repetidas ocasiones, hasta que sintió un toque en su hombro.

—Laurel —repitió su madre una vez más.

—¿Qué sucede, mamá? —preguntó ésta en respuesta.

—Ya todo está listo —dijo su madre—, tu padre nos está esperando. Vamos.

Al estar ubicado en una de las zonas privilegiadas de Nueva York, el aeropuerto poseía unas vistas magníficas del estado, y mientras Laurel bajaba, a lo lejos brillaban las pequeñas luces de la ciudad, que, más que un atractivo local, representaban hacia dónde se dirigían los D'Angelo. Pero, sobre todo, para Laurel significaba que el trato hecho hace tres años estaba mucho más cerca de cumplirse de lo que esperaba.

Por un instante se permitió creer que, como había pasado más tiempo del previsto, el acuerdo con los Markov se había roto, pero su camino al hotel donde se alojarían hasta que se llevase a cabo la boda, demostraba todo lo contrario.

The Ritz – Carlton Hotel, uno de los más bellos, lujos y caros hoteles de Nueva York; la suite presidencial ubicada en el último piso era el lugar donde Laurel se quedaría hasta que llegase el viernes, día en que viajarían a los Hamptons a la residencia que los Markov poseían.

Nada más cerrar la puerta de la habitación tras de sí, Laurel se dirigió a darse una ducha para quitarse en cansancio del viaje. Saliendo vestida con su pijama del baño se encaminó hacia la cama con tal de lograr dormir algo, aunque con la diferencia horaria lo veía casi imposible.

A la par que corría los cobertores, una presencia oculta en las sombras atrajo la mirada de Laurel hacia el balcón de su habitación, y aunque estaba un poco lejos del lugar, pudo distinguir perfectamente quién era la persona que estaba al otro lado de la puerta corrediza.

—Hola, Bombón.

—Sebastian, ¿qué haces aquí? —preguntó cubriendo su escaso pijama con el salto de cama.

Se maldijo internamente por haber elegido esa ropa aquella noche.

—¿Qué? ¿No puedo ver a mi prometida? —preguntó él en tono burlón mientras entraba en la habitación.

—Me vas a ver el resto de tu vida, ¿en serio quieres pasar tus últimos días de soltería conmigo?

Encogiéndose de hombros Sebastian le restó importancia al asunto, lo que hizo que Laurel se diera cuenta de otra cosa muy importante.

Nacido en la MafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora