Un destello de luz se cuela por el ventanal del salón y deslumbra a Mario, avisándole de que ha amanecido.
Pero no es un amanecer cualquiera: se ha despertado en el sofá, un sábado, sin resaca ninguna y con una pelirroja preciosa entre sus brazos que, al parecer, aún duerme profundamente.
—Buenos días —susurra él en su cuello.
El olor de su perfume continúa siendo intenso a pesar de haber transcurrido una noche entera. Ella ronronea algo ininteligible y a Mario le da pena despertarla. En su lugar, decide levantarse del sofá con cuidado para no hacer ruido y preparar café. En un armario tiene unas cuantas magdalenas que horneó hace un par de días. Las saca del táper y las coloca en una bandeja. Además coge unas cuantas naranjas de la nevera y las exprime hasta tener una jarra llena de zumo natural.
Aura se despereza y abre los ojos despacio. Mario contempla la escena. La pelirroja se sienta en el sofá y se peina el cabello con los dedos. Se recoloca el vestido con mimo mientras Dama mueve el rabo a su lado. Acaricia al animal con esa suavidad tan propia de ella.
—Huele a café —dice en voz alta.
—Hay café, magdalenas y zumo —anuncia él.
Mario camina hasta la zona acristalada del salón y abre una puerta que hasta el momento, a Aura le había pasado completamente desapercibida.
—Podemos desayunar fuera, a veinticinco grados a la sombra creo que estaremos a gusto.
Aura sale a la terraza y observa la coqueta mesa para dos llena de cosas de comer y unas bonitas sillas de madera blanca preparadas para exterior, una a cada lado de la mesa.
Se sientan a desayunar. Tienen tanta hambre que al principio, solo se escucha silencio.
—Madre mía, estas magdalenas deberían de estar prohibidas. ¿Dónde las has conseguido?
Él sonríe, conteniendo el orgullo.
—Las he hecho yo —dice.
Aura clava sus ojos verdes en Mario.
—No puedes ser tan perfecto —le acusa ella—. Eres terrible: haces paella, bizcochos, tortilla de patata, tienes un perro, un buen trabajo, eres guapísimo. Dios mío, es muy difícil no sentirse pequeña a tu lado —se ríe la pelirroja, sin saber muy bien si habla en serio o en broma.
—Sólo lo hago para impresionarte. Cuando te tenga solo para mí a lo mejor empiezo a comprarlas en el Mercadona —responde él.
Ambos se ríen. Mario percibe un incipiente rubor en las mejillas blancas de la pelirroja. Él piensa que si algún día Aura y él terminan juntos, procurará hacer magdalenas a menudo y cuidarla... Quizá por eso lo suyo con Gloria fracasó. Dejaron de darle importancia a lo que había. Bueno y cuando él cocinaba, ella no parecía muy receptiva a sus menús: porque esto tiene muchas calorías Mario, me voy a poner como una foca, decía.
Cuando terminan de desayunar, recogen los platos, las tazas y Mario enjuaga la cafetera.
—¿Quieres ir de excursión? —le pregunta él—. Sé que no habíamos planeado nada para hoy...
Aura, que está repasando el móvil en busca de algún mensaje importante, levanta la cabeza sorprendida.
—¡Tengo que cuidar de un perrito desde esta tarde hasta el lunes! Sus dueños se van a pasar una noche romántica a Mérida. Bueno, eso me han dicho —responde la pelirroja—. Aunque si quieres, podríamos sacar a pasear a Dama juntos. ¿Verdad, hermosa? —le pregunta a la peluda, que mueve el rabo con alegría.
—Está bien.
—¿Te importa si me doy una ducha rápida antes? Podrías... Venir conmigo —propone ella de pronto.
Aura, que sabe bien donde está el dormitorio y el baño, echa a caminar hacia allí. Frente a la atenta mirada masculina, se deshace del vestido de gasa, que cae al suelo con una facilidad pasmosa y después se da media vuelta y clava sus iris verdosos en Mario.
—¿Me ayudas con esto? —pregunta ella.
Mario sabe que no va a poder negarle nada. Se acerca y antes de continuar desvistiendo su pequeña hada de ojos de acuarela, le besa el cuello y la boca...
—Aura —le dice él.
—Qué... —suspira ella al sentir los dedos de Mario bajo la tela de sus braguitas.
—Quiero follarte muy fuerte... Más que el otro día.
Ella gime. Él ha conseguido quitarle el sujetador y abrir sus piernas al mismo tiempo.
—Lo estoy deseando —responde Aura.
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Un café para Aura / Cristina González 2020
RomanceElla se resiste a depender de él. Prefiere estar sola que exponerse al abandono. Pero tiene un problema: le vuelve completamente loca. Bueno, quizá pueda entregarse solo un poquito, sin perder su independencia, sin poner su corazón (y así no arriesg...