5. La tarde con Berenice

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Berenice era preciosa, tenía una abundante cabellera negra que le llegaba hasta debajo de la cintura, unos ojos obscuros profundos y un gran sentido del humor. Para Diana, su amiga siempre había sido vista como un sol, pues irradiaba confianza y felicidad siempre.
Aquella tarde, la morena llevaba un conjunto de una sola pieza en tonos azules y blancos además de unas plataformas casuales que le daban un aspecto fresco a la muchacha.
Diana por su parte, había optado por un vestido de manta y unas sandalias de pedrería, llevaba además una diadema para decorar su cabello.

Cuando la anfitriona recibió a Diana, la abrazó fuerte mientras le decía lo feliz que se encontraba de que su amiga al fin hubiera llegado a su casa.

—Hace mucho que no te veo. ¡Qué hermosa casa tienes! ¡Y qué vista!— comentó Diana mientras caminaba junto a su amiga hacia el interior del recinto.

—Gracias, Di. Los trámites fueron algo tardados pero se logró. Ricardo y yo estamos trabajando duro para seguir ahorrando. Tenemos muchos planes, ¿Sabes? Esto es sólo el comienzo.

—Me alegro tanto por ustedes.—confesó Diana abrazo por los hombros a Berenice— Son un claro ejemplo de perseverancia y amor. Les deseo lo mejor siempre.

—Y tú no dejas de ser un amor, amiga... Pero cuéntame, ¿Cómo vas con Pablo?—cuestionó Berenice.

—Estamos bien, Bere. Ya sabes, los dos con el trabajo, no pudo acompañarme pero le he hablado, ya está más tranquilo con sus pendientes. Espero que a la próxima pueda venir conmigo...—respondió la chica.

—Eso también lo esperamos, chica. En su próxima venida no pueden faltar...

Berenice tomó un poco de ventaja a su amiga y se apresuró a abrir la puerta rústica que adornaba la fachada de la casa. Habían estado atravesando el jardín durante su charla, pero para este punto Diana había parado sin darse cuenta por el comentario de su amiga, no supo exactamente la razón, fue un reflejo de su cuerpo.
Cuando Berenice abrió por completo su puerta, le invitó a pasar. Dieron con el vestíbulo y continuaron a la derecha para llegar a la sala. Todo el ornato y la decoración del sitio era sumamente veraniego y fresco, lo cual era obvio, pues al tener una vista al mar y en una zona geográfica donde la mayor parte del año las temperaturas son altas, se aprovechaba muy bien ambiente.
Ricardo, quien era el novio de Berenice se encontraba saliendo de la cocina y usaba un elegante mandil al mismo tiempo que cargaba con un par de platos para montar la mesa.

—Ricardo insistió en hacer su especialidad para hoy—comentó Berenice.

—Pues estoy de suerte entonces. ¡Hola, Ricardo! Un gusto verte, ¿Cómo estás?— saludó Diana acercándose a Ricardo para tenderle la mano.

—Diana, qué gusto. Hasta que al fin se nos hizo que vinieras— respondió sonriendo Ricardo mientras correspondía al saludo.—Me encanta consentir a nuestros invitados siempre, eso es algo que comparto con Bere.

Ricardo era unos tres años mayor que Berenice, estudió medicina y una vez graduado se especializó más tarde en traumatología. Al ser un excelente pasante, encontró trabajo en una clínica privada en la ciudad, donde meses más tarde conoció a Berenice y ambos comenzaron a salir hasta que decidieron mudarse juntos.

—Ustedes dos hacen una pareja maravillosa. No cabe duda—afirmó Diana.

Y lo que siguió fue una charla corta acompañada de unos pequeños snacks en la sala de la casa. Temas como el trabajo, la familia y por su puesto las parejas fueron los que rondaron en la plática. Un temporizador fue el encargado de romper la fluidez de la comunicación, pues en la cocina ya anunciaba que la especialidad hecha en el horno estaba terminada.

Las Piezas Que Nos FaltaronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora