Dos

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Finales de verano, quince años atrás.

-Los amigos no se besan -dijo Anahí, como si fuera una experta a sus recién cumplidos quince años.

-¿Ah, no? ¿Y los besos de despedida?, ¿o cuando se desean un feliz cumpleaños? -inquirió Alfonso divertido.

Anahí, sentada en el amplio sillón cual sirenita de Copenhague, se quedó pensativa. Era la última noche de sus vacaciones y, como cada año, ella y sus padres habían ido a pasarlas en la casita que tenían sus amigos los Herrera junto al lago. Aquella tarde habían hecho una barbacoa para despedir el verano, y después, mientras los adultos tomaban una copa de vino en el porche y charlaban, los dos adolescentes habían entrado a la casa y se habían puesto a ver una película en la televisión, Cuando Harry encontró a Sally, y aquello había sido lo que había dado pie al debate.

-Eso es distinto, *****, eso son besos «amistosos».

-¿De veras? ¿Y cuál es la diferencia? -la provocó Alfonso.

Anahí rehuyó su mirada, volviendo la cabeza hacia la pantalla. Unos minutos antes su amigo la había pillado sonrojándose durante la escena de la cafetería en la que Meg Alfonso demostraba su talento para fingir un orgasmo. Alfonso estuvo a punto de desternillarse, pero se tragó sus risas. Después de todo, el haber intercambiado unos cuantos besos y caricias con alguna que otra chica en la oscuridad del cine o en el asiento trasero del coche de un amigo un sábado por la noche no lo hacía más experto que Anahí en ese terreno.

-Pues... ya sabes... es distinto -contestó ella al fin, sonrojándose de nuevo.

-Ya sé que es distinto -le dijo Alfonso, picándola de nuevo-. Pero, ¿sabes en qué se diferencian?

Anahí frunció el entrecejo, deseando no haber empezado aquella conversación.

-Pues claro que lo sé -le respondió balbuceante.

-¿Y? -insistió Alfonso con una sonrisa maliciosa.

-¡Oh, está bien! -masculló Anahí frustrada, girándose hacia él y lanzando los brazos al aire-. Si lo que pretendes es arruinar nuestro último día de vacaciones. por mí de acuerdo. No tengo ni idea de en qué se diferencian, y tú lo sabes. Nunca me ha besado un chico, no de esa manera. ¿Satisfecho?

Alfonso se sintió mal por haberla obligado a admitirlo.

-Perdóname, Anyí, no quería molestarte -le dijo poniéndole la mano en el hombro.

-Da igual -farfulló ella, frunciendo los labios y recostándose en el asiento-. De todos modos, no creo que llegue a saber nunca cuál es la diferencia, porque los chicos no besan a las chicas pecosas como yo, sino a las chicas bonitas.

Alfonso esbozó una media sonrisa.

-Puente, voy a hacer un trato contigo -le dijo.

-¿Qué clase de trato? -inquirió la chiquilla, enarcando una ceja desconfiada.
-Si para cuando cumplas los dieciocho no te ha besado nadie -le susurró inclinándose hacia ella-, lo haré yo.

Al poco de regresar a Irlanda, Anahí había abierto junto con su amiga Kate una pequeña tienda de souvenirs y regalos cerca del parque nacional. Además, había dedicado un rincón a exponer, también para su venta, muestras de la que era su pasión: la fotografía. Kate era una de sus mejores amigas. Durante su adolescencia había estado colada por Alfonso, aunque en la actualidad estaba felizmente casada y en las últimas semanas de su primer embarazo.

Aquella mañana habían terminado de despachar a un nutrido grupo de turistas, cuando Kate se apoyó en el mostrador frente a ella, y le dijo en un tono aparentemente desinteresado:

Amigos y Amantes | Terminada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora