Seis

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Estados Unidos, seis años atrás

Alfonso se presentó en San Francisco cinco días después de la huida de Anahí. La joven no podía creer que hubiera ido detrás de ella, ni mucho menos esperaba que se enfadara tanto como se enfadó.

—¡Una nota! ¡Me dejaste una nota! ¿Qué soy para ti, un amigo o el lechero?
La joven contrajo el rostro, aguantando como podía el chaparrón.

—Si te hubiera dicho que me iba habrías tratado de detenerme —dijo intentando hacerlo comprender. Bajó la vista y se giró hacia la ventana del apartamento que había alquilado—. Lo siento de verdad. Alfonso, siento haberme ido así, pero es que no podía aguantar seguir allí ni un segundo más.

Su voz sonaba temblorosa, y de pronto su amigo se sintió mal por haber llegado gritándole. Se quedó callado un buen rato, pero finalmente se acercó por detrás y le puso la mano en el hombro, apretándoselo ligeramente.

—Perdóname por haberme puesto así. Dime, ¿cómo te encuentras ahora?

La joven se volvió hacia él y sacudió la cabeza suavemente.

—Alfonso, podías haberme preguntado eso por teléfono, te habría salido más barato.

—Olvídate del dinero. Estaba preocupado por ti.

Anahí lo miró conmovida e incrédula. Así era Alfonso: había cruzado medio mundo únicamente para asegurarse de que estaba bien. Esbozó una pequeña sonrisa, pero, aunque quería abrazarlo, se quedó dónde estaba, abrazándose a sí misma.

—Lo siento, no quería preocuparte. Es que necesitaba... alejarme de allí lo antes posible.

—¿Por Kieran?

La joven volvió a darle la espalda, contemplando cómo llovía fuera.

—En parte.

—¿Y por qué más?

—Porque necesito averiguar qué quiero hacer con mi vida —inspiró profundamente y se giró hacia él—. Necesito tiempo, tiempo para descubrir quién es en realidad Anahí Puente y qué es lo que espera de la vida. Hasta ahora he sido la pequeña Anahí de papá y mamá, tu Anahí, la Anahí de Kieran, pero no estoy segura de saber quién soy para mí.

Los oscuros ojos de Alfonso escrutaron los suyos.

—Pero... piensas volver a casa... ¿verdad? —inquirió esperanzado.

—Algún día.

—Prométemelo, Puente.

—Te lo prometo.

Anahí no podía dormir. No era que estuviera enfadada por aquella ridícula apuesta que le había propuesto Kieran. No, era más por el hecho de haberse sentido celosa ante la idea de imaginar a su mejor amigo con otra mujer, haciendo la clase de cosas que ella estaba ansiosa por hacer con él, la clase de cosas en las que no podía dejar de pensar. Eso era lo que estaba robándole el sueño.

Hacia las cuatro de la madrugada ya no lo aguantaba más. Haciendo el menor ruido posible, se bajó de la cama, abrió un cajón, sacó una camiseta, una sudadera, un par de calcetines y sus pantalones cortos de chándal. Correr un poco la cansaría y tal vez así podría dormir un poco. «Nunca hubiera pensado que la frustración sexual pudiera provocar insomnio», se dijo con ironía.

Entretanto, Alfonso tampoco podía dormir. Se dio la vuelta en la cama y miró su reloj despertador: las tres y cincuenta de la madrugada. Volvió a darse la vuelta sobre el colchón, pensando en Anahí, que no lo había mirado siquiera durante el resto de la noche. ¿Qué esperaba, que se disculpase? ¿Por qué? ¿Por haber salido un par de veces con una chica años atrás?

Amigos y Amantes | Terminada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora