Cuatro

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Alfonso, Anahí, Kate y su marido Paul habían ido aquella noche a un pub que solían frecuentar y, como siempre, Alfonso había desafiado a Anahí a una partida de dardos, perdiendo miserablemente.

—No puedo creerlo —dijo enfurruñado, sacudiendo la cabeza—. ¿Seguro que no los has trucado?

Anahí no podía dejar de reír.

—Eres muy mal perdedor, Herrera. Acepta la derrota como un caballero y convídame a esa copa. Regresaron a la mesa donde estaban Kate y Paul. La socia de Anahí sonrió al verlos llegar discutiendo sobre la partida.

—Nunca descansáis, ¿eh?

—Es él quien empieza, no yo —se defendió Anahí.

—Bueno, ¿quién se apunta a otro trago? —dijo Alfonso.

Paul lo acompañó para pedir lo que iban a tomar, y mientras Kate aprovechó para volver a la carga.

—Parece que las cosas van bien entre vosotros esta noche. Has podido hablar con él, ¿eh?

—La verdad es que no —murmuró Anahí torciendo el gesto—. Pero sí, la verdad es que esta noche está encantador, y muy divertido. Me recuerda a los viejos tiempos.

—No sabes lo que nos alegra ver a Alfonso tan animado. Durante los años que estuviste fuera parecía tan... distante.

Anahí estaba segura de que era otra de las exageraciones de Kate.

—Ya.

—Te hablo en serio. Vamos, pregúntame. ¿O es que no te pica la curiosidad? ¿No te gustaría saber cómo pasó él esos seis años? ¿Hasta qué punto te echó de menos?

—No creo que se pasara el día llorando, ni que se recluyera como un monje.

—Bueno, eso no, claro. Al fin y al cabo, es un hombre. Pero no hubo nada serio. Recuerdo que salió un tiempo con esa chica... Marie Donnelly.

—¿Marie Donnelly? —repitió Anahí con una mueca de disgusto.

—Sí. ya sé... Oh, cielos, ahí está de nuevo esa odiosa Maura... —gimió Kate, señalando hacia la barra con un movimiento de la cabeza.

Anahí se giró, y se encontró con la desagradable visión de la mujer lapa empujando su escote hacia Alfonso e insinuándose de todas las maneras posibles. Apurando de un trago el gin—tonic que quedaba en su vaso, Anahí miró a Kate y esbozó una sonrisa perversa.

—Perdóname, creo que me necesitan en la barra.

Kate se echó a reír mientras la veía alejarse.

—¡Acaba con ella, chica!

Cuando llegó a la barra, Anahí le rodeó a Alfonso la cintura con el brazo y se apretó contra él, sonriéndole con dulzura, para después tomar de su mano el whisky con hielo que había pedido.

—Tardabais demasiado en volver y tenía mucha sed.

Maura dio un paso atrás, entornando los ojos ante la escena.

—Vaya, Anahí, no te había visto —le dijo en un tono poco agradable, como si acabara de ver una cucaracha.

—Pues ya ves, estoy aquí —contestó la joven con una sonrisa sarcástica.

—Anahí acaba de ganarme a una partida de dardos —intervino Alfonso, rodeándole también la cintura y atrayéndola hacia sí—. Le he dicho que podría empezar a apuntarse a torneos. ¿Quién sabe?, quizá gane lo suficiente como para retirarme y mantenerme en mi vejez.

Maura dejó escapar unas risitas que sonaron de lo más falsas.

—Oh, vamos, Alfonso, un hombre en la flor de la vida como tú no debería pensar en la vejez, sino en pasarlo bien.

Amigos y Amantes | Terminada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora