Capítulo 7

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—Ximopanolti—dice Moctezuma en un gesto de amabilidad. Un pequeño grupo de guerreros acompañan a su líder, ocultando muy bien sus armas para no parecer una amenaza, mientras que nosotros, nos encontramos ocultos, recargados en el tronco de un árbol.

—Nos da la bienvenida—dice Malinalli.

—Es, una grata bienvenida, quiero suponer que él es su líder—dice Hernán mientras busca con la mirada cualquier peligro.

—Ixitta—dice Moctezuma y de inmediato manda a entregar algunas ofrendas, ofrendas que nosotros escogimos cuidadosamente antes de que llegara.

—Le han ofrecido algunas cosas—interpreta Malinalli.

—Esto.... Es mucho menos que nos han dado pueblos pequeños—dice Hernán al inspeccionar.

—Te dije que les pusieras un pedazo pequeño de oro, comida y plumas no serán suficientes—le digo a Juan susurrando.

—Tu observa—dice Juan igual en tono bajo.

—Son plumas de Quetzal, vale mucho más que el oro—dice manilalli al observar con detalle.

—Me interesa más el oro, diles que podemos intercambiar—contesta Hernán.

—Moctezuma, tlatemoali teokuitlatl patlak—Contesta Malinalli rápidamente. Moctezuma piensa un poco, desde ayer lo persuaidimos para que no se confíe tanto, además de que nosotros seremos quienes intercambiemos las cosas.

—Creo es el momento, pero deja que conteste—susurra Luan.

—Ak kijtosneki akopan teokuitlatl—contesta Moctezuma.

—Dice que alguien quiere hacer tratos con usted, sobre riquezas y muchas otras cosas—interpreta Malinalli. De inmediato, nosotros tres salimos a escena, la reacción de Hernán fue tan fuerte que algunos de sus hombres desenfundaron armas, pensado que era una emboscada, bueno, si lo es, pero exageran.

—¿Quienes sois vosotros?—pregunta Hernán con sorpresa, no tenemos vestimentas y aspectos similares.

—Mi nombre es—intento decir.

—Toteotsin—contesta Moctezuma interrumpiendome. Al mirar al grupo, pude notar que aquella mujer que le traduce a Hernán abre los ojos, como si algo la sorprenderá demasiado.

—Di-dice que son sus dioses—contesta Manilalli con algo de temor en su habla.

—¿Dioses? No existen otros dioses, esto debe de ser una broma—contesta Hernán con algo de indignación.

—Oye, oye, escuchame, solo queremos platicar con usted—dice Juan.

—No, se están Mofando de nuestro verdadero Dios todo poderoso—contesta Hernán.

—Hablan nuestro idioma señor, lo hablan muy fluido pero tienen un acento diferente—dice uno de los hombres de Hernán.

—Eso debe de tener una explicación, debieron ser esclavos por alguien y por eso aprendieron nuestra lengua—contesta Hernán mientras se acerca lentamente.

—Observe sus ropas, son extrañas—dice Manilalli.

—¿Que tanto estarán murmurando esos weyes?—le pregunto a Juan, ambos bandos ya tiene su propia discusión, parecería gracioso si se observa desde la perspectiva correcta.

—No mames, hasta acá me llegó el tufazo—dice Juan mientras se tapa la Nariz.

—Pensé que era una coladera abierta, pero aquí no hay coladeras—dice Luan. Ambos tienen razón, me llego el olor a sudor y cebo, si pudiera describirlo mejor, huele a chivo mojado.

—¡Basta! ¿quienes son ustedes y que es lo que quieren de nosotros?—dice Hernán para romper la tensión.

—Es bueno que lo digas, porque—digo, pero vuelvo a ser interrumpido.

—Toteotsin, Tonatiuh, huitzilopochtli, konetl Quetzalcoatl, amo mikmana kokoli—contesta Moctezuma.

—Dice que ellos son sus dioses, Tonatiuh el dios del sol, Huitzilopochtli el colibri azul y el hijo de Quetzalcoatl, además de que ellos no quieren problemas—interpreta Malinalli.

—Esto es absurdo, ellos no pueden ser dioses, y ya consiguieron problemas con nuestra fe, ninguno de ellos podría con cinco de nuestros solados—dice Hernán.

—Aneuan ijkonimej teteo, yejkoa makuili teyaotlani—dice Malinalli.

—¡Xixo!—responde Moctezuma con mucha confianza y ánimos.

—¿Qué dijo?—digo sin más.

—¿Yareth, puedes ayudarnos?—dice Juan.

—La mujer dijo: "Si ellos son dioses, podrán enfrentarse a cinco de nuestros guerreros" y Moctezuma contestó: "¡Por su puesto!"—dice Yareth.

—¡¿Qué?!—digo con terror, esto es malo, muy malo.

—Esta de acuerdo—dice Malinalli.

—Bien, son las 8 de la mañana, el combate será al medio día, si ganamos, exigiremos ofrendas, además de tierras y gente—contesta Hernán.

—Tlajkotonali, aasi, temaka tlalseuia chantlakatl—dice manilalli.

—Naua, mikalini Huitzilopochtli—dice Moctezuma mientras coloca su mano en mi hombro.

—Bien, volveremos pronto, espero que estén listos—dice Hernán, antes de dar media vuelta y retirarse.

—¿Qué acaba de pasar?—digo confundido.

—Yareth—dice Juan casi ordenando.

—la mujer dijo: "si ganamos, exigiremos tributos, gente y tierras" y Moctezuma contestó: "Me parece bien, su contrincante será Huitzilopochtli"—traduce yareth.

—¿Osea que me tengo que rifar unos putazos con esos weyes por culpa del Moc?—digo mientras Moctezuma sigue tocando mi hombro.

—Parece ser—contesta Juan y Luan al unísono.

—Serás.... Wey—digo volteando a ver a Moctezuma.

—Tlasojkamati—contesta Moctezuma con orgullo.

—"Wey" aquí significa "gran, grande o honorable", lo acabas de halagar—dice Luan.

—No, no no y no, yo no voy a pelear con nadie—digo decidido mientras reniego con cabeza y manos.

—Ya no tienes opción, es eso o quedarse aqui—contesta Juan descreocupado.

—¡Puedo morir!—digo.

—Aunque no lo hagas puedes morir, además, tenemos ventajas—dice Luan.

—Están locos—digo enojado.

—¿Estas pensando lo mismo que yo?—Juan le dice a Luan.

—Claro que si, claro que sí—contesta Luan con una maliciosa sonrisa.

Préstame tu máquina del tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora