XLV

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La motocicleta negra mate suzuku intruder c800 ya con sus años, rugía como bestia en el estacionamiento del edificio departamental

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La motocicleta negra mate suzuku intruder c800 ya con sus años, rugía como bestia en el estacionamiento del edificio departamental. Lo hacía a propósito solo para molestar al arrendador. Terminaba de sujetar sus maletas y mochilas con ropa y pertenecías con cuerdas rojas a la motocicleta encendida en el pavimento, a quejas moletas y ceño fruncido a más no poder.

Su humor estaba por los suelos.

— ¡Y no te quiero de vuelta! ¿¡Me has oído!? —gritó el viejo por el barandal del cuarto piso.

¿¡Por qué no te vas al diablo hijo de puta!? —devolvió ella en latín antiguo, inconsciente realmente del idioma que había salido de su boca, pues el enojo le nublaba los sentidos.

El viejo le miró con una mueca de ofensa, una mueca de ofensa porque no logró comprender lo que ella le había gritado pero era suficiente que una adolescente le alzara la voz como para hacerlo perder ya la poca paciencia que le quedaba.

— ¿¡Qué has dicho, mocosa de mierda!? —volvió a alzar el canoso algo regordete, pero Yashiro no estaba empecinada en continuar peleando con un viejo de mente cerrada, así que simplemente agarró el casco de motocicleta, se subió a su hermosa nave y alzó ambos dedos de en medio en dirección al adulto mayor que quedó estupefacto ante tal gesto vulgar proveniente de una joven, para luego verla cubrir su cabeza con el casco y largarse del estacionamiento del edificio con su ruidosa motocicleta sin el más mínimo cuidado de velocidad.

Luego de convertir el departamento en una zona de posguerra por darle una paliza a Ruther, fue inevitable que el propietario del lugar se enterara del destrozo de su hogar. Los vecinos tanto de ambos lados como de arriba y abajo escucharon el alboroto con claridad, incluso llegaron a grabar audio, provocando que el viejo no dudara ni un segundo en echar a Yashiro a penas le dió un vistazo a su destrozado departamento.

La castaña, poco aproblemada en verdad, ni pestañeo ante la amenaza de ser expulsada, así que simplemente hizo sus maletas y le entregó la llave al viejo, pero las cosas cambiaron cuando este le exigió hacerse cargo de los daños y dejar el departamento tal y como lo había recibido.

No pensó en hacer ni una mierda, no tenía tiempo para ello. Bueno, adiós departamento de segunda con fallas en la cañería de aguas y cuentas de luz por los aires, con hongos en las esquinas de las paredes y la madera manchada del piso viejo, y como olvidar el asqueroso aroma de madera podrida y húmeda durante los complicados inviernos.

Pero en vez de preocuparse por buscar algún departamento en venta o en renta, su primer pensamiento fue el alto y robusto azabache con una pequeña hermanita que era un amor de persona, con una hermana mayor que era un banquete entero y un padre ardiente. Sí, bueno, llegó frente a la gran casa moderna estacionando su motocicleta en frente, imposible no escuchar su llegada si hizo rugir el motor a propósito una vez más.

Bajó dejando el casco sobre el asiento y se apresuró en llegar a la puerta, pero en cuanto su puño iba a dar el primer toque, la entrada se abrió abruptamente dejando ver a un molesto pelinegro recién levantado. Amaba esa faceta de él, con su cabello desprolijo como nunca, con una simple camisa grisácea de manga corta y pantalones azul marino de dormir, descalzo, con una mirada de muerte al ser levantado tan temprano en contra de su voluntad, y con un pequeño rastro de baba en su rostro que no lo hacían ver menos atractivo.

(PAUSADA) The  firstborn | Jujutsu Kaisen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora